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Fantasmas revividos

El acoso, aunque algo lunático, está siendo implacable. A falta de cosa mejor, el partido de la oposición se ha lanzado sobre la yugular expuesta de Bush

Desde el Katrina en septiembre y la propuesta en octubre de una abogada de su confianza sin experiencia judicial, ni grandes conocimientos constitucionales como magistrada del Supremo Bush, está viviendo una crisis en toda regla de su administración. Esos dos acontecimientos actuaron como detonadores pero muchos de sus elementos venían de atrás. Los principales: las “traiciones” a la ortodoxia conservadora y el desgaste de Irak. De poco consuelo puede servirle que todos los segundos mandatos desde la última guerra mundial hayan pasado por trance similar. El de Bush es especialmente prematuro, y le ha llevado a inusitadas tasas desconfianza  o desaprobación popular, rayanas en el 60%.
 
El penúltimo episodio son ciertos éxitos demócratas en elecciones locales, difíciles de evaluar a escala nacional. Para los perdedores son poco significativos y no traspasan el ámbito local. Para los vencedores un indicio de lo que esperan conseguir en las mucho más importantes elecciones del mid-term, dentro de un año. Estudios minuciosos, caso por caso, apuntan más bien a lo primero, pero no dejan de alentar a los demócratas en la esperanza de que se conviertan en lo segundo. Ese hálito no llega tan lejos como para que consigan ofrecer una alternativa creíble y unificada, dentro de su campo, con lo que han preferido volver al kilómetro cero, y avivar los rescoldos de los fallos de inteligencia y sus usos políticos en los orígenes de la guerra.
 
Como una mayoría sigue queriendo ganarla, a pesar de todos los pesares, las críticas tienen que ser retorcidas, escurridizas, de doble cara, de sí pero no y no pero sí. Por similares motivos, el año pasado el tema bélico por excelencia en la campaña de las presidenciales, no fue propiamente Irak sino lo que uno y otro candidato habían hecho o deshecho cuarenta años antes en Vietnam. Emulando el sinsentido, las próximas están ya empezando a ser sobre lo dicho y lo desdicho, lo votado y lo lamentado, no sobre lo que se hace y se debería hacer, lo que hay que conseguir y se podría perder.
 
El acoso, aunque algo lunático, está siendo implacable. A falta de cosa mejor, el partido de la oposición se ha lanzado sobre la yugular expuesta de Bush. Éste ya está contraatacando en varios frentes, también en el de donde dije digo sigo diciéndolo como vosotros también lo dijisteis. El peligro sadamita de destrucción masiva y la necesidad de derribar a su protagonista era doctrina Clinton defendida públicamente por todo su gabinete, aprobada abrumadoramente por su Congreso y firmada sin restricciones por el entonces presidente (la Ley de Liberación de Irak de 6 de octubre de 1998). Vuelan de citas del que fue Consejero de Seguridad Sam Berger, de la Allbright, del secretario de defensa Cohen y tantos otros, incluyendo a destacados representantes y senadores que no se limitaron a votar las aprobación de la guerra, sino que enfatizaron a los cuatro vientos las razones, en un catálogo mucho más completo y realista que el ofrecido por Bush y su gente.

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