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Carlos Semprún Maura

Tía Mercedes y los incendios

La ausencia de chicas constituye una prueba evidente del carácter islámico de este conato de guerra urbana, que sigue totalmente ocultado

Como uno de sus tres difuntos maridos era francés, tía Mercedes se consideraba más francesa que de Gaulle, y como vive en un suburbio elegante, sólo ha visto los incendios con anteojo, pero se ha llevado tal susto que prefiere tranquilizarse negando la realidad. Y para aliviarse me regaña: “¿Qué es eso de “reconquista democrática de los suburbios”, que pones?, ¿habría que enviar los tanques?” Tanques, por ahora, no, contesto, pero tampoco se pueden descartar totalmente, además, en otras manifestaciones violentas han intervenido tanques... con cañones de agua.
 
Lo de “reconquista democrática” es más una ilusión que una realidad, lo admito, pero una ilusión que se basa en hechos, como aquel movimiento de muchachas que se autodefinían “Ni putas ni sumisas”, y que luchaban contra el racismo antifemenino de los caids de las bandas organizadas, de los imanes y de las familias. Ya no se habla más de ese movimiento, porque París y sus medios son así de frívolos, algo que está “a la moda” a la mañana siguiente se ha pasado.
 
Pero puesto que me hace el honor de leerme, le preguntaré a tía Mercedes si ha notado la clamorosa ausencia de chicas en estas manifestaciones violentas. Y que no me digan que eso de incendiar coches, escuelas, hospitales, iglesias, de saquear almacenes, etcétera, no es cosa de mujeres, porque en todas las demás manifestaciones violentas por el ancho mundo, –como las de los antiglobalización– numerosas eran las chicas que participaban y muchas veces en primera fila. La ausencia de chicas constituye una prueba evidente del carácter islámico de este conato de guerra urbana, que sigue totalmente ocultado. Las mujeres, y sobre todo las jóvenes que, lo quieran o no, están en primera fila en esta lucha por la democracia y la igualdad. No hay que dejarlas solas, no sólo ellas son las víctimas del integrismo islámico, por ello también es importante la batalla por un laicismo inteligente, sin sectarismos, pero firme e intransigente.
 
Frente al inhumano rigorismo de los musulmanes radicales (que en ciertas barriadas se compagina muy bien con el tráfico de drogas), hay que oponer el espíritu lúdico juvenil y la defensa de las libertades, también la de amar y de beber alcohol (con moderación, como reza la publicidad). Esto no resolverá todos los problemas, como el paro, por ejemplo, pero podría constituir, junto a muchas otras iniciativas, que los ciudadanos de esos suburbios tendrán que inventar ellos mismos un dique contra la inundación islámica que prepara la “guerra santa” para mañana.
 
La intervención policial, las intervenciones, el cansancio, lo que sea, ha calmado momentáneamente a los suburbios, y a sus ruinas. Tampoco se puede descartar que de las mezquitas haya llegado la consigna de retirada en orden, porque ha llegado la hora de negociar: más subvenciones, más mezquitas, másautonomía. Todo esto demuestra el fracaso y la dimisión del Estado y de sus instituciones, hasta las locales: escuelas, municipios, servicios sociales, partidos y sindicatos. Las medidas para atacar los “problemas de fondo”, anunciadas por Chirac, son grotescas, como era de esperar, y daré hoy un solo ejemplo: sus amenazas dictatoriales contra “las familias”, que serían las culpables de todo. Protegían y subvencionaban la poligamia, que está prohibida por la ley, en Francia, y ahora quieren escurrir su bulto, culpando a “las familias”, cuando los maestros son tan culpables como los padres si los niños no van a la escuela. Tienen la boca llena de “espíritu, orden, igualdad republicanas”, pues que empiecen por aplicar la ley (republicana), sin instalar un policía en cada hogar, para controlar y castigar a “las familias”. Porque ¿cómo si no?

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