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EDITORIAL

Boicots, la paja en el ojo ajeno

Mientras a los nacionalistas les ha faltado el tiempo para denunciar un boicot que, oficialmente, no existe, ignoran, o fingen ignorar, que la semilla de la discordia la plantaron ellos hace mucho tiempo

Según están las cosas, era de prever que no tardase en saltar a primera plana el tema de los boicots. Ayer, desde dos instancias diferentes de la Generalidad, sendos miembros del Gobierno autónomo se hicieron eco de algo que, en el resto de España, está pasando completamente desapercibido. El portavoz del Ejecutivo de Maragall, Joaquim Nadal, animó a consumir "productos buenos, vengan de donde vengan", a la vez que se hizo eco de supuestas "actitudes beligerantes" contra los productos catalanes. Por su parte, el consejero de Comercio, el esquerrista Josep Huguet, el mismo que hace pocos meses clamaba por lo inevitable de una "guerra civil" si no se aprobaba el Estatuto, anunció que su departamento piensa tomar medidas legales contra los que alienten un boicot comercial contra Cataluña. Un presunto boicot que, según el consejero, viene atizado por medios próximos a la derecha española.
 
Huelga decir que nadie, absolutamente nadie; ninguna asociación, ningún colectivo, ninguna organización y, naturalmente, ningún periódico, ha pedido formalmente que se boicoteen los productos fabricados en Cataluña. Más bien al contrario, tanto el Partido Popular como infinidad de periodistas han rechazado de plano esa posibilidad. Esta, y no otra, es la realidad, por más que se empeñe Huguet en ver otra cosa. Por lo tanto, sus amenazas no sólo son inaceptables, sino algo propio de alguien que no está en sus cabales y a quien puede un anhelo desmedido de jugar al sempiterno victimismo nacionalista. Puede ahora, con los hechos en la mano, tomar las medidas que crea oportunas. Eso sí, antes de nada debería empezar a mirar quién y quiénes son los que, desde la propia Cataluña, llevan años organizando un planificado y sostenido boicot contra todos y cada uno de los productos que no están etiquetados en catalán.
 
El boicot catalanista, que tiene como escaparate público una página web, lleva operando desde hace tres años con total impunidad y gracias a, dicho sea de paso, jugosas subvenciones públicas. En concreto, sólo este año, los promotores han recibido 548.000 euros, unos 90 millones de las antiguas pesetas, destinados a mantener un proyecto cuyo santo y seña es "compreu i no compreu". En la web se especifican las marcas que el "buen catalán" debe comprar y las que no debe hacerlo bajo ningún concepto. La campaña, orquestada desde una asociación cercana a ERC llamada Òmnium Cultural, va destinada, además, no sólo a la comunidad catalana, sino a ese invento de los Países Catalanes que engloba Valencia, las Baleares, parte de Aragón y el departamento francés de los Pirineos Orientales.
 
Dice Huguet que promover un boicot contra los productos catalanes puede constituir un delito, en tanto en cuanto supone una discriminación por razón de origen. Evidentemente no se le cae la cara de vergüenza al consejero. La iniciativa del Òmnium Cultural, en su delirio por conseguir la perfecta cesta de la compra catalana, explica cuál ha de ser la compra de la semana, detallando los productos y marcas que deben figurar en ella junto a los que no deben ser comprados. Es, como bien apuntan sus promotores, un "boicot activo" en toda regla, destinado a obligar a todas las marcas a pasar por el aro y etiquetar los productos en una lengua cooficial en la región, pero que los catalanes no tienen el deber de hablar.
 
Esto es lo que hay, mientras a los nacionalistas les ha faltado el tiempo para denunciar un boicot que, oficialmente, no existe, ignoran, o fingen ignorar, que la semilla de la discordia la plantaron ellos hace mucho tiempo. Se esmeran, en definitiva, en ver la paja en el ojo ajeno antes que la viga en propio. Es un viejo recurso nacionalista que, por abusar tanto de él, canta a la primera. Los que empezaron creando categorías diferentes de ciudadanos fueron ellos con sus delirios identitario-lingüísticos. Los que llevan décadas azuzando el enfrentamiento interterritorial sobre la demagogia más rastrera han sido siempre ellos. Que vengan ahora los que han pasado años insultando, denigrando, menospreciando y boicoteando activamente, a quejarse de lo mal que les trata el resto de España suena, cuando menos, chocante. Es la mercancía de siempre aunque, esta vez, se le ven demasiado las costuras.

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