"No mueran como yo". George Best, un futbolista de leyenda y un hombre excesivo, tuvo tiempo suficiente para reflexionar, mientras agonizaba en una de las habitaciones del hospital londinense de Cromwell, a propósito de cual sería el mejor epitafio para su tumba, el epitafio redondo, aquel que nos dejaría a todos con la boca abierta y el corazón encogido. Y acertó. La inscripción merecería por sí sóla un comentario de texto. ¿Qué estaría queriéndonos decir George Best?...
¿Se estaba arrepintiendo de haber maltratado su cuerpo durante tantos años?... El caso es que, mientras tuvo la energía y la salud suficientes, Best gozó lo suyo atragantándose de vida, comiéndosela a bocados, bebiéndosela atropelladamente y sin tiempo para respirar. Suya es la siguiente frase: "Gasté mucho dinero en licor, mujeres y coches de carreras. El resto lo desperdicié"... ¿Estaría riéndose de sí mismo?... Tras recibir el trofeo como mejor jugador británico del siglo XX, Best, un auténtico bromista, dijo esto: "Es un placer estar de pie aquí", y repitió: "es un placer estar de pie". Y suya es ésta otra frase: "Envié a mi hijo a una de las escuelas de Bobby Charlton y regresó calvo a casa".
George Best fue una estrella. Lo fue desde el preciso instante en que debutó, desde el momento en que firmó su primer contrato con el Manchester United. Fue "vendido" como una estrella, y admirado por todos los amantes del buen fútbol. B.J. Mc Cormick afirmó de él lo siguiente: "Algunos monopolios surgen a través de la posesión de tierras que contienen materiales particularmente valiosos y aguas termales o están situadas en privilegiadas localizaciones geográficas. Otras, a causa de habilidades anormales como la voz de Maria Callas o el pie de George Best". Hubo quien, como Paul Gascoigne, imitó la mala vida de Best. Stan Seymour, "chairman" del Newcastle, le dio un palo al inglés: "Es George Best sin cerebro".