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Thomas Sowell

Ignorando la economía (y 3)

Los costes no desaparecen sólo porque alguien decida negarse a pagarlos, al igual que la gravedad no deja de existir si usted se niega a reconocerla

Descubrí la ley de la gravedad de niño cuando, pedaleando mi triciclo, me salí del porche y me estrellé contra el jardín. Fuese o no consciente del hecho, la gravedad estaba allí, cumpliendo su función.
 
La economía se parece mucho a eso. Muchos que ignoran por completo el funcionamiento de la economía, la descubren de la misma forma que yo me di cuenta de la gravedad, o sea, debido a un batacazo personal o nacional.
 
Los progres, en particular, tienen tendencia a inventarse toda clase de cosas buenas que podamos querer: "Una renta de por vida", "una casa asequible", "sanidad gratuita para todos"... la lista de deseos crece y crece, y todos son convertidos en "derechos", casi sin darse cuenta de las repercusiones económicas que ocasionará convertir esa lista en imperativo legal.
 
En muchos casos, los artículos de la lista de deseos ya han sido convertidos en ley en otros países y en otros períodos de la historia, pero sorprendentemente hay poca curiosidad por saber las verdaderas consecuencias en esos países y épocas.
 
La gente que quiere que el gobierno controle los precios de las medicinas, raras veces se preguntan -si alguna vez siquiera se cuestionan algo- qué es lo que pasó en los lugares y épocas en las que el gobierno ha controlado los precios de las medicinas. Canadá y otros países lo hacen. ¿Cuáles han sido las consecuencias?
 
Una de las mayores consecuencias es que Canadá y otros países no crean ni la mitad de las nuevas medicinas que salvan vidas, algo que sí hace Estados Unidos. Esos países viven de los resultados producidos -o sea de las medicinas- gracias a la enormemente costosa investigación que las "obscenas" ganancias de las compañías farmacéuticas financian en Estados Unidos.
 
Aquellos que quieren imitar a esos países no se enfrentan al ineludible hecho de que no se puede vivir siempre del esfuerzo de los demás, ni en este caso ni en ninguna otra circunstancia. Alguien tiene que pagar los costes.
 
Podríamos matar a la gallina de los huevos de oro, y descubrir a las malas las tristes consecuencias, tal y como yo descubrí la ley de gravedad por pedalear fuera del porche. La gente que innecesariamente sufre enfermedades que se podrían haber curado o prevenido con nuevas medicinas serán los que paguen el precio mas alto de todos.
 
Los precios son quizá el concepto más incomprendido de la economía. Cuando los precios son "demasiado altos" -sean los precios de las medicinas, de la gasolina o de cualquier cosa-, mucha gente piensa que la respuesta es que el gobierno imponga una reducción de precios.
 
Pero sucede que hay un historial sobre el control de precios y sus consecuencias en países del mundo entero, incluso si miramos miles de años atrás. Pero todas esas personas que abogan por el control de precios, ignoran la historia o no tienen interés en conocerla, como me pasó a mí con lo de la ley de gravedad.
 
Los precios no son cifras arbitrarias salidas de la nada, ni dependen de la avaricia de los vendedores. En un mercado libre, los precios son señales que informan de realidades subyacentes sobre la relativa escasez o los relativos costes de producción.
 
Esas realidades subyacentes no cambian ni un ápice sólo porque se imponga el control de precios. Eso es lo mismo que tratar de aliviar la fiebre de alguien poniendo el termómetro en agua fría para reducir la temperatura tomada al paciente.
 
El transporte municipal solía ser de propiedad privada en muchas ciudades, hasta que el control de precios impuesto por los políticos locales, que bajaron tanto las tarifas que fue imposible comprar y mantener autobuses y tranvías, así como poder remplazarlos cuando estuviesen viejos. Esos gastos no se redujeron en nada sólo porque los políticos se negaran a que el precio de los billetes cubriesen esos costes.
 
Lo que pasó al final fue que los servicios de transporte municipales se deterioraron y los contribuyentes acabaron pagando un precio exorbitante, ya que los gobiernos municipales tuvieron que asumir la administración del transporte público por haber arruinado a las empresas que se encargaban de ello, eso sin añadir que, por lo general, el gobierno lo suele hacer peor.
 
Algo similar ha sucedido en el mercado de alquileres, las leyes del control de precios han dado como resultado que los alquileres sean demasiado bajos para poder construir o mantener las propiedades. Sea en Europa o Estados Unidos, el control de precios sobre los alquileres resulta siempre en viviendas más viejas y deterioradas.
 
Los costes no desaparecen sólo porque alguien decida negarse a pagarlos, al igual que la gravedad no deja de existir si usted se niega a reconocerla. Por lo general se termina pagando más y en diferentes formas, tanto vía impuestos como en los precios, eso sin mencionar el deterioro de la calidad cuando el proceso político sustituye al proceso económico.
 
Pero el reclamo de lo gratuito sigue engatusando.

En Libre Mercado

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