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Maragall en la ONU

os motivos de Maragall son bien claros: demostrar a los suyos y al resto de españoles que él tiene una dimensión internacional propia y diferenciada de la del Estado español.

La Generalidad de Cataluña ha donado un millón de dólares a las Naciones Unidas. Koffi Annan se apresta a recibir a Pasqual Maragall a comienzos de año en la sede neoyorquina de la ONU con todos los honores de un jefe de Estado. ¿Hay alguna conexión entre uno y otro hecho?

No será la primera ni la última vez que el secretario de la ONU acepta donaciones de particulares o de instituciones no estatales, ni que les devuelva el favor con una recepción en el curso de la cual quedar debidamente inmortalizado gracias a los medios gráficos. Todo apunta a que en esta ocasión, la realidad no es distinta. Los motivos de Maragall son bien claros: demostrar a los suyos y al resto de españoles que él tiene una dimensión internacional propia y diferenciada de la del Estado español. Es una postura consecuente con sus creencias recogidas, entre otros sitios, en el proyecto de Estatuto. Si Cataluña es un a nación, tiene por fuerza que acabar teniendo su representación internacional. Este es un primer gran gesto.

Ahora bien, puede que por su desmesura presupuestaria, Kofi Annan no se de cuenta de que le está haciendo un flaco favor al PSOE y a su amigo Rodríguez Zapatero. Justo cuando el Gobierno se empeña en hacernos creer que pretende modificar la denominación de Cataluña como nación en el trámite parlamentario, va Annan y recibe a Maragall como si no sólo fuera una nación, sino como Cataluña fuera todo un estado nacional. Puede que a Annan le importe un bledo las implicaciones domésticas españolas. Y es que Rodríguez Zapatero se caracteriza por elegir muy mal a sus aliados. Kofi Annan, salpicado por todo tipo de escándalo de corrupción, fue el gran valedor según el Gobierno español de la iniciativa de Alianza de Civilizaciones y el anfitrión institucional del grupo de alto nivel sobre la misma.

La práctica de aceptar cheques a cambio de repercusión mediática no es ilegal, pero pone de relieve el grado de descomposición de la organización que Annan ahora encabeza, así como la filosofía tolerante del mismo Secretario General. En lugar de dar un buen ejemplo en medio de las acusaciones gravísimas que se ciernen sobre su gestión, sigue acudiendo a artimañas y a explotar los dispares intereses de los numerosos actores políticos que pululan por este planeta para hacerse con más dinero, más allá de las cuotas de sus miembros. Y da igual que sea para el fondo del milenio con el que luchar contra la pobreza. Se trata de una práctica más que dudosa. Desoye los intereses espurios de los donantes y con eso mancha la credibilidad y la moralidad de la institución. Con Annan la ONU es irreformable. Con la ayuda de Maragall aún menos.

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