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Libertad en Irak

Lástima que tanta participación y libertad no se le pueda agradecer al gobierno socialista de Zapatero ni a los ministros que corrieron a auto-condecorarse por su propia cobardía.

No será gracias a la ayuda de Rodríguez Zapatero, que dejó tirados a los iraquíes con su abrupta decisión de retirar el contingente español de Diwaniya; se debe al deseo de millones de votantes que por primera vez en varias décadas van a poder elegir su gobierno definitivo, tras un año largo de estructuras interinas. Si todo continúa como hasta ahora en este día donde los iraquíes votan a sus representantes parlamentarios, serán millones los que depositen sus papeletas en las urnas de la libertad. Ya lo hicieron desafiando al terror el pasado mes de enero y vuelven a hacerlo en esta nueva ocasión.

Los iraquíes eligen esta vez a los 275 miembros de su parlamento, pero a diferencia de enero, ahora se han dotado de un sistema electoral que en lugar de excluir a las minorías y, sobre todo, a los sunníes, va a hacer posible integrarles en el proceso político democrático iraquí. Esto es así porque la distribución de escaños garantiza que en las tres provincias donde son mayoritarios –Salahuddin, Anbar y Niniveh– no se vean infrarepresentados. Con toda probabilidad los sunníes alcanzarán hoy más de cuarenta escaños, un nivel cercano a su proporción en la población de Irak, el 20%.

La otra gran diferencia de estas elecciones es su carácter no transitorio. El resultado marcará la constitución de un nuevo gobierno que podrá estar en su sitio cuatro años. Precisamente la falta del sentido de provisionalidad ha servido para impulsar una mayor participación sunní y chií, habida cuenta de que el escenario es de cierta estabilidad temporal y que sólo desde dentro se disfrutará de una mayor influencia para actuar en los dos grandes procesos por resolver a corto plazo, la reforma de la constitución y la constitución del tribunal constitucional.

Habrá que esperar unos días hasta saber los datos definitivos y, por lo tanto, qué grupo será el encargado de formar el consejo presidencial del que saldrá el primer ministro, pero todos los expertos auguran que más que una división entre minorías étnicas o religiosas –kurdos, chiís y sunníes- el panorama político se dividirá entre religiosos islamistas y fuerzas seculares. Es de esperar que, como ya sucedió en enero, la fuerza más votada sea la Alianza Unida Iraquí de inspiración chií y a la que pertenece el actual primer ministro, Ibrahim al-Jaafari. Las posiciones que lleguen a ocupar Ayad Allawi o Ahmed Chalabi son una cuestión abierta.

En cualquier caso lo verdaderamente importante es que un país que sufre el azote brutal del terrorismo y de la violencia de los insurgentes dé el ejemplo de movilizarse tres veces para hacer oír su voz políticamente en menos de un año: las elecciones de enero, el referéndum constitucional y, ahora, las generales definitivas. Lástima que tanta participación y libertad no se le pueda agradecer al gobierno socialista de Zapatero ni a los ministros que corrieron a auto-condecorarse por su propia cobardía.

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