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EDITORIAL

En la muerte de Julián Marías

Es precisamente en estos momentos históricos, en los que España sufre una de sus más descaradas y graves amenazas a sus continuidad nacional, en la que más necesario es tener presente la obra de Julián Marías

La muerte de Julián Marías no sólo supone la desaparición física de uno de los españoles que más importantes contribuciones ha brindado a la historia de la Filosofía, sino también la de uno de los más lúcidos defensores del futuro y de la razón histórica de España como nación.
 
La obra –y ejemplar vida– de este inmortal pensador, católico y liberal, que hizo de la orteguinana “razón vital” el eje de su filosofía, es tan fructífera y diversa que no podemos dejar de lamentar tener que referirnos breve y exclusivamente a una de sus múltiples facetas. Su respeto a la verdad, a la libertad y a la dignidad de la persona se plasmó en toda su obra y, muy especialmente, en su inteligible análisis de nuestra nación, a la que ha defendido intelectual e incansablemente de quienes, como los nacionalistas, sacrifican la verdad histórica –y también la libertad y el individuo– a sus delirios colectivistas.
 
Es precisamente en estos momentos históricos, en los que España sufre una de sus más descaradas y graves amenazas a sus continuidad nacional, cuando es más necesario tener presente la obra de Julián Marías. Con guías que son aplicables tanto para la vida individual como para el acontecer colectivo, Marías nos puso en guardia contra la mentira, la insaciabilidad y el empobrecimiento vital que entraña la negación de España.
 
Los españoles podemos estar agradecidos a este intelectual ejemplar, pero sobre todo necesitados de tener presente una obra que, afortunadamente, sobrevive a su autor. Marías, por su parte, confiado y arropado en la Fe, habrá cerrado los ojos soñando el inminente y anhelado reencuentro.

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