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Amando de Miguel

Lecturas de vacaciones

Lo de buenismo no es la forma popular aragonesa para decir lo óptimo. Es un irónico neologismo para comprender la mentalidad de querube que muestra nuestro afamado presidente del Gobierno.

La pregunta que suelen hacer los periodistas por San Nicolás es “qué libros se va uno a llevar para leer durante estas vacaciones de Navidad”. Propiamente yo no me los llevo, sino que los voy apilando durante el último mes para poder trasegarlos durante las largas noches navideñas. Exigen chimenea y quizá un chupito de algún licorcillo.

En contra de lo que podría parecer, la mejor manera de aprovechar las lecturas es proceder con varias de ellas al tiempo. Quiero decir que se tienen abiertos varios libros a la vez. Hay lecturas de mañana, de tarde y de noche. Es raro que un libro se devore de una sentada, de cabo a rabo. Por lo mismo una buena comida exige varios platos. Saciada el hambre con el primero, se despierta el apetito por el segundo, y así hasta el digestivo final.

En el banquete literario de estas Navidades reservo cuidadosamente ese “algo para picar” que ofrece solícito el camarero para empezar. En este caso se trata del volumen de entremeses Censores, inquisidores y maledicentes, firmado por Erasmo (Editorial Leer). Como puede suponerse, consiste en la recopilación de los “erasmos” o billetes cotidianos que firma José Luis Gutiérrez en El Mundo, quien utiliza el nombre de pluma del gran humanista. Se reúnen las piezas publicadas durante siete años y un día, un lapso simbólico para exalta la “condición de justiciable recalcitrante” de la que hace gala el de León. La apología de Erasmo de Rotterdam ha escogido un buen momento cuando finaliza el año del IV centenario del Quijote. Como es sabido, el erasmismo influyó mucho en Cervantes, solo que a la chita callando.

Siempre ha gustado al público español los géneros literarios cortados por la mitad de su tamaño. Así tenemos la novela corta (las “novelas ejemplares” de Cervantes o las entreveradas en el Quijote), el delantal o billete, que son formas jibarizadas de columnismo. Más valen quintaesencias que fárragos, que decía el jesuita. En esa tradición conceptista se instala con gusto los “erasmos” de José Luis Gutiérrez. Es asombrosa su capacidad de síntesis, de evocación de impresiones, de juegos de sonidos. Transita por el inglés con la soltura de un hombre cultivado de estos tiempos. Ahora, todos juntos esos “erasmos” (más de 600 páginas), componen una provisión tal de entrantes suculentos y variados que pueden llegar a satisfacer el estómago más hambriento. Es como si el doctor Tirteafuera se hubiera vuelto loco y aconsejara probar todos los bocados que están sobre la mesa. ¿Y? En el cocido maragato la sopa se sirve a lo último.

No lo puedo remediar. Me gustan las antologías de un autor (los volúmenes de artículos) y los libros de varios autores. El último caso es el que forma El fraude del buenismo de Andrés Ollero, Xavier Pericay, Miquel Porta y Florentino Portero, coordinados por Valentí Puig (edita FAES). Lo de buenismo no es la forma popular aragonesa para decir lo óptimo. Es un irónico neologismo para comprender la mentalidad de querube que muestra nuestro afamado presidente del Gobierno. Podríamos etiquetarlo igualmente de bondadosismo o de bonancismo. Es la realización en la Tierra de la música celestial. Tengo que aprestarme a deglutir ese análisis inmisericorde del talante de Zapatero, que firman los “faesianos” dichos. Esa sí que es una lectura de paz para las veladas navideñas.

Otro “faesiano”, pero de la nueva generación, Manuel Álvarez Tardío, me excita el apetito lector con su tratado El camino a la democracia en España. 1931 y 1978 (Gota a Gota). Este es un auténtico solomillo vuelta y vuelta. La comparación es la esencia misma del conocimiento histórico, y nuestra democracia “transida” es ya Historia. La atrevida tesis de Tardío es que la transición de 1978 es casi lo opuesto a la revolución de 1931. Lo malo es que corren otra vez vientos de fronda, aunque sea con talante “bondadosista”. Vamos, que no se quiere repetir el fracasado empeño de 1931. Ya se sabe, se repite la Historia cuando no se conoce. Razón de más para rumiar la temprana obra de Tardío en estas ociosas Navidades. Quien me siga, lo agradecerá.

Dejo para el final del banquete navideño un postre de esos ilustrados que hacen ahora los restauradores, que más parecen orfebres de materias edibles. Me refiero al atrevido manifiesto de Gustavo Bueno, España no es un mito. Claves para un defensa razonada (Temas de Hoy). Con Bueno me pasa como con Unamuno, que me siento atraído hacia sus escritos como la mariposa a la bombilla. Sin embargo, luego me digo que tanta proximidad chamusca, y los rechazo para, en seguida, vuelta a empezar otra vez. Este otro Bueno, como el San Manuel de Unamuno, es un personaje fascinante. Hay que tener valor para ensalzar hoy la idea de la España enteriza viniendo de la izquierda pulquérrima. Ese es nuestro Bueno hodierno, al que prometo leer estas vacaciones armado de lápiz rojo.

A los “libertarios digitales” les suelo recomendar libros referidos a la lengua, a cuestiones de forma, utilísimos como son, diccionarios incluidos. Ahora procede una lectura reposada de materias sustantivas. ¡Qué mayor sustancia que España misma! Los cuatro libros recomendados tratan de esa materia en su faceta política. Espero que mis alumnos, con tanto ocio por delante, se apunten también a ese plan de lecturas. Al regreso de las vacaciones (si es que se va uno a algún otro lugar) pasaré examen de lo leído por internet.

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