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Isabel Durán

La grande bouffe de La Moncloa

Zapatero tira de cartera, tira de conceptos y tira de cambios en la estructura del Estado a la espera de una tregua que tiene cansada a la propia banda ante tanta súplica.

Dice el presidente de la Generalidad de Cataluña que habrá que esperar al final para ver la relación entre el nacionalismo catalán y el socialismo “español” porque “la prueba del pudín se da cuando te lo comes”. Nada más lejos de la realidad. Aunque Pasqual Maragall se refiera a la relación con Artur Mas, el hecho cierto es que, sea cual sea el apoyo de los socialistas (ERC, CiU o PNV), la formación política fundada por Paulino Iglesias hace más de cien años se ha pegado un atracón nacionalista de muy difícil salida.

El presidente del Gobierno consiguió con su intervención personal la aprobación por parte del parlamento de Cataluña de un Estatuto cuya radicalidad jamás osaron soñar los seguidores del golpista Lluis Companys ni del secesionista y racista Sabino Arana. Acto seguido, en el parlamento de Vitoria los socialistas reclaman la incorporación de Navarra; un local del partido es cedido para la tramitación del DNI vasco (ambas reivindicaciones por excelencia, no ya de los nacionalistas, sino de los terroristas de ETA) y para colmo, el PSE apoya unos presupuestos donde se cuadruplica la ayuda ilegal a los familiares de los pistoleros y se deja en cuatro veces menos la de sus víctimas. Y de nuevo –¡cómo no!– para el Partido Socialista la culpa de todo, incluido su propio apoyo a los viajes proetarras, la tiene el PP.

¿La contrapartida? Sencilla. O no tanto. Zapatero tira de cartera, tira de conceptos y tira de cambios en la estructura del Estado a la espera de una tregua que tiene cansada a la propia banda ante tanta súplica. El presunto presidente de todos los españoles ha organizado una repulsiva grande bouffe monclovita constante para los independentistas de todo pelaje y condición con los terroristas protegidos desde Perpiñán, agazapados y a la espera.

Zetapé, proclamado “el Zorro” o “el pacificador” por sus adeptos, puede que acabe muriendo políticamente de indigestión a causa de sus pantagruélicos agasajos entre los manteles secretos con Carod e Ibarretxe. Desgraciadamente, el ardor provocado por el ahíto pudín nacional-socialista cocinado con tanta improvisación e insensatez en La Moncloa tiene mala cura.

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