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Carlos Semprún Maura

Munich está en París

Las listas de nuestros ministros de Exteriores es así como vergonzante, y está abierta una lotería para dar el gordo al más cretino, gafe y/o malvado en la que Moratinos triunfa estrepitosamente.

Existe una maldición en la clase política europea, misteriosa e inexplicable. No es que despunten los genios, los grandes estadistas, los políticos inteligentes; estos serían más bien la excepción que confirma la regla. Pero los peores, siempre, son unos ministros de Exteriores que se dividen en tres categorías: los gafes, los cretinos y los malvados. Esto ocurre en Europa, pero no en EE.UU.; ni a Colin Powell ni a Condolezza Rice se les puede seriamente calificar de “lo peor” del gobierno Bush, al contrario. El prototipo del gafe cretino es a todas luces Javier Solana, pero John Straw es lo peor del gobierno británico. Joska Fischer no era un cretino, sino un malvado. Las listas de nuestros ministros de Exteriores es así como vergonzante, y está abierta una lotería para dar el gordo al más cretino, gafe y/o malvado en la que Moratinos triunfa estrepitosamente. Jamás hemos tenido a semejante mequetrefe al mando de nuestra diplomacia; que se lo pregunten a Bono si no.

En Francia ocurre algo parecido. Pensaba en esa maldición escuchando, por televisión, a dos ex ministros galos, Hervé de Charrette y Michel Barnier, expresarse sobre Irán, y su voluntad de exportar la “revolución islámica” y “borrar Israel del mapa”, mientras ultima sus armas de destrucción masiva nucleares, que apuntan hacia ese mismo Israel. Michel Barnier afirmaba que, desde luego, las declaraciones antisemitas del presidente iraní eran inaceptables para la comunidad internacional (¿qué será eso?) y que se merecerían algunas sanciones verbales ¡Nada de aventuras! Pero Irán, añadió, es un gran país, una vieja civilización, que tenía más “fuerzas sanas” que petróleo y que no había que exorbitar las declaraciones extremistas que Ahmadineyad, porque no representan la voluntad pacífica del pueblo iraní ni la opinión de los ayatolás moderados, que son muy influyentes. Está visto que Munich no está en Baviera, está en París. Pero Hervé de Charette fue aún peor; clara y tajantemente declaró que el peligro era Israel –no es una errata– porque tiene la intención, si no hoy, probablemente mañana, de bombardear los centros de producción de armas nucleares en Irán, como hace 25 años lo hiciera en Irak, y eso “hay que evitarlo a toda costa”. No precisó quien ni cuando debía bombardear Israel, borrando del mapa dicho país, para proteger la alianza de civilizaciones y el petróleo iraní. Se me dirá que sólo se trata de opiniones personales, no las del ministro de turno. Pues, ¿qué dice Douste-Blazy? Nada, y hace aún menos. Se podría explicar la nulidad de los ministros de Exteriores, porque hace tiempo son los jefes de estado o de gobierno quienes se ocupan directamente de política internacional, pero sería una explicación coja y manca, porque Bush también se ocupa de la política internacional y sus ministros no son siniestros cretinos, más bien todo lo contrario.

En Bruselas y en Hong Kong, o sea, en la UE y la OMC, parece como si la agricultura fuera lo único importante y más para la prensa gala, siendo la agricultura francesa la principal beneficiaria de la PAC (¡y dale con las siglas!). Como se temía un fracaso rotundo en ambas conferencias y en ambas ciudades, el acuerdo de mínimos logrado, que consiste en aplazarlo todo hasta 2013, permite utilizar la parábola del vaso medio vacío o semilleno. Un compás de espera, diría yo. Por prurito olímpico, la prensa ha insistido en designar los vencedores. En Hong Kong, un país: Brasil; en Bruselas, una persona: Ángela Merkel. No sé si Brasil sacará tajada, ya se verá, pero es seguro que Merkel se ha impuesto. Como era de suponer, los agricultores franceses están que trinan y, coléricos, amenazan: de aquí a 2013 obligaremos a nuestros gobiernos a anular todos los acuerdos que no nos gusten.

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