Que no se engañe el "virrey" destronado porque a él no le ha echado a la calle Enrique Cerezo; ni siquiera le echan los socios del club, hartos de estar hartos, aburridos por tener que pasar por la taquilla para ver un fútbol insulso, un fútbol más triste que el cochero de Drácula. Tampoco prescinden de él porque constituye una auténtica hazaña tratar de encontrar un entrenador de fútbol más distante y despótico que él, no. A Carlos Bianchi sólo le han cesado sus desastrosos números deportivos, una cuenta de resultados cuyo dramático balance refleja un "cero patatero" a favor del club. Hace setenta y cinco días que el Atlético de Madrid no gana un sólo partido de la Liga española. Setenta y cinco días con sus setenta y cinco noches. Demasiado tiempo incluso para un club acostumbrado a superar las peores "plagas" deportivas.
Bianchi se marcha, o le "marchan" para ser exactos, de España sin haber sido capaz de encontrar en seis meses un sistema idóneo de juego que haga funcionar a su equipo. De hecho, el mal momento deportivo por el que atraviesa el club ha restado valor a futbolistas que, como Pablo o Perea, realizaron una magnífica temporada el año pasado. Torres, Petrov y Kezman también valdrían ahora mismo mucho menos en el mercado futbolístico. Como le ocurriera a Vanderlei Luxemburgo con el Real Madrid, Bianchi se volverá a su país sin saber a qué club ha estado dirigiendo durante todo este tiempo. Un desastre, vaya.