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Carlos Semprún Maura

No sólo el frío es siberiano

El País, como de costumbre, se asustó y le acusó, en uno de sus editoriales anónimos, de favorecer con sus belicosas declaraciones al presidente iraní Ahmadineyad y al Presidente Bush al mismo tiempo

No me extrañaría nada si las autoridades gubernamentales, sanitarias y municipales rusas, japonesas, bálticas, alemanas y de todos los demás países del mundo que sufren la actual ola de frío siberiano, se hubieran creído las memeces ecologistas y “milenaristas” sobre el calentamiento del planeta, las imbecilidades del protocolo de Kioto, y demás manifestaciones carcas contra el progreso industrial y, en dernière analyse –como decía Althuser–, contra el capitalismo. Los listos se aprovechan de ellas para aumentar los impuestos y es posible que, convencidos de que los polos se derriten, los mares se evaporan y las canículas, la sequía y los incendios del infierno materialista son los únicos peligros que nos acechan, hubieran descuidado amparar como Dios manda a sus mendigos, sus pobres y sus ancianos como hace veinte años. En su planificación socialista del clima, habían descartado toda posibilidad de un frío siberiano “normal”, como el que sufren ahora y sufrieron tantas veces en el pasado. Cabe preguntarse si van a revisar sus teorías científicas, porque con un par de inviernos como éste ya no van a tener que preocuparse por los polos, que se habrán vuelto a helar hasta sus mismísimos tuétanos. Cabe también preguntarse si no van a lanzar una novedosa teoría que permita aumentar los transportes y los alquileres, por ejemplo, sobre el peligro de una nueva glaciación del planeta.

Sin que tengan mucha relación con el clima, las recientes declaraciones del Presidente Chirac sobre el derecho y la voluntad de Francia a responder, incluso con armas nucleares, a toda agresión terrorista o con armas de destrucción masiva contra ella o sus aliados, ha creado malestar y “frío” diplomático y mediático. Algunos, sin embargo, le han aplaudido. El País, como de costumbre, se asustó y le acusó, en uno de sus editoriales anónimos, de favorecer con sus belicosas declaraciones al presidente iraní Ahmadineyad y al Presidente Bush al mismo tiempo, lo cual resulta bastante extravagante. Se consuela el tiburón independiente de la mañana afirmando que Chirac está muy chocho y casi jubilado. En Francia la izquierda, siendo anti nuclear y pacifista, se manifestó desde luego en contra de Chirac, y los más moderados, como el espantapájaros Hollande, con su mentalidad de épicier declaran que eso de poner a punto las armas nucleares francesas, costaría demasiado caro. Los verdes, los trostkistas, los “peceros”; toda esa ralea seudo pacifista declara que la guerra no existe, que es una invención de Bush y que, por lo tanto, las armas son inútiles. Tampoco en la mayoría todos están de acuerdo con Chirac y los hay que, por ejemplo, consideran que contra el terrorismo las bombas nucleares serían totalmente ineficaces y peligrosas. Pero Chirac jamás ha dicho que había que emplearlas contra Bin Laden y sus barbas, sino contra los estados que utilizan, o utilizarían el terrorismo y/o las armas de destrucción masiva, nucleares o químicas, contra Francia y sus aliados.

Con dos dedos de frente se puede por lo tanto afirmar que lo que ha declarado Chirac tanto sobre la energía nuclear civil como sobre las armas nucleares es de sentido común, y responde implícitamente a las explícitas amenazas del presidente iraní, que va a buscar apoyo en Damasco, además. Pero ni siquiera son necesarios dos dedos de frente para relativizar sus declaraciones, porque se trata de Chirac, quien no hace tanto quiso encabezar una “cruzada mundial” contra Bush a favor de Sadam Husein. Ese mismo tirano a quien Francia ofreció, hace 25 años, la materia prima (uranio enriquecido, o como se llame), para construir sus propias armas nucleares, de destrucción masiva. Intento fallido, gracias a dos aviones israelíes que destruyeron definitivamente el centro donde se fabricaban dichas bombas franco-iraquíes, con gran escándalo de la progresía mundial, pero evitando daños mayores a esa región del mundo.

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