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Amando de Miguel

Más cuestiones personales

Don Raúl recuerda sus tribulaciones en la Universidad para exigir que las clases se dieran en español. Batalla perdida. Para mí, la patria es la lengua, así que Colombia es también mi patria.

Tom Gabriele (Arizona, Estados Unidos), casado con una salmantina, pasaba unos días con su mujer en Salamanca. En una librería se topó con La lengua viva mientras buscaba diversos libros. Lo atribuye a un caso de serendipity. Pregunta: ¿serendipia o serendipidad? En español ha entrado mejor como serendipidad (= descubrimiento de algo inopinadamente, por casualidad). Fue un neologismo introducido en inglés por Horace Walpole, un escritor del siglo XVIII que difundió el gusto por la novela gótica. Escribió un cuento, “Las tres princesas de Serendip”, en donde relata la habilidad que tenían las princesas de descubrir cosas por casualidad. La palabra serendipity era una de las favoritas de mi maestro Robert K. Merton. Lo fundamental de la virtud de la serendipidad es que el descubrimiento no es enteramente casual. Lo realiza quien está previamente familiarizado con el asunto en cuestión. El ejemplo más típico es el descubrimiento de la ley de la gravedad por Isaac Newton a raíz de que le cayera encima una manzana mientras dormía la siesta debajo de un manzano. La historia la cuenta el propio Newton, pero es evidente que él ya andaba detrás de explicar el universal fenómeno de la gravedad.

Don Tom se ha entusiasmado por el libro La lengua viva y le ha hecho introducirse en la cofradía de los que aquí llamamos “libertarios”. Le “intriga mucho cómo la gente se apasiona por el castellano”. Al no ser el idioma nativo de don Tom, reconoce que no puede utilizar el “oído”, como yo suelo recomendar. Es cuestión de tiempo y de aplicación, don Tom. Entretanto consulte a la salmantina y no se pierda un día este corralillo de las palabras. Con un poco de constancia, le daremos una buena nota en el aprendizaje del español y no tendrá que salir por la puerta de los carros. Su mujer le dirá qué es eso de “salir por la puerta de los carros”. Era una puerta excusada por donde salían, avergonzados, los estudiantes que resultaban reprobados en los exámenes. Supongo que es la misma por donde han sacado las cajas del archivo sobre la guerra civil.

A pesar de que el oído no lo tiene todavía muy acostumbrado, a don Tom le choca lo de “voy a por pan”, con esa A un poco intrusa. También le choca a los puristas españoles, pero a mí me parece muy expresiva.

Raúl Felipe Montoya (Medellín, Colombia), antiguo alumno mío, de hace una generación, me escribe una carta nostálgica y cariñosa. Me pregunta qué fue de un “chileno sociólogo amigo tuyo que trabajaba en la Universidad Autónoma de Barcelona”. Era Juan Francisco (Pancho) Marsal, catalán de ocho apellidos, antinacionalista, recriado profesionalmente en la Argentina. Ha sido una de las personas que yo más he admirado y que más me han influido. Lamentablemente murió prematuramente en un accidente de automóvil. Don Raúl recuerda sus tribulaciones en la Universidad para exigir que las clases se dieran en español. Batalla perdida. Para mí, la patria es la lengua, así que Colombia es también mi patria. Don Raúl ha encargado mi novela Nuestro mundo no es de este reino, pues no se distribuye en Medellín. Me pregunta qué otras novelas he escrito y si he dejado los “libros de números y gráficos poblacionales”. Está a punto de salir Hacían una pareja estupenda (novela sobre la violencia doméstica) y seguirá otra La historia de Daisy (memorias de una mujer muy querible). He terminado un librito en colaboración, El universo femenino (con muchos numericos, el viejo estilo), pero no creo que nadie lo publique. Alguna vez contaré esa historia, verdaderamente chocante. En vista de ese desengaño (vuelve la censura de los tiempos franquistas), me sumerjo otra vez en la novela. Tengo un par de ellas más en la cabeza. Si no las escribo, no duermo. A todo esto, en la Universidad me van a jubilar, justo en el momento de máxima creatividad por mi parte.

David Cortesi anda preocupado con las posibles obras que traten del “hombre ideal para una sociedad ideal”. No sabría qué responder. Quizá pueda servir la literatura sobre las utopías, la auténtica del Renacimiento. No es un campo que me llame mucho la atención. Por cierto, don David desea saber cuál es ahora mi campo de especialización. La verdad es que cada vez me veo menos especializado. Teóricamente me ocupo de la sociedad española, pero lo mismo me da por el aproche estadístico que por la avenida de la ficción. Ahora estoy enfrascado más con la novela. Es la mejor forma de dar cuenta de mi paso por la Tierra. También le dedico buenos ratos a contestar a los “emilianos”, como este don David, tan curioso.

En Sociedad

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