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José Vilas Nogueira

¿Y si fuese un virus?

Las instancias y agentes de este complejo nos presentan a los discrepantes como elementos inciviles, intolerantes, crispadores, etc. Conozco personalmente a algún imbécil, afiliado al Partido Popular, víctima de este contagio.

La sociedad española aparece profundamente dividida en dos. No es, precisamente, una novedad, aunque, probablemente sea un anacronismo. Naturalmente, en el interior de cada uno de los campos opuestos hay diferencias y aun divergencias notables. Por eso, la reducción de esta multiplicidad de posiciones a una radical bipolarización social sólo se produce en una situación de enfrentamiento civil. El PSOE y sus socios nos han abocado a ella, ya fuese como estrategia de mera consolidación en el poder, ya como estrategia revolucionaria, más o menos aterciopelada. Poco importa una u otra motivación pues el resultado final es el mismo.

¿Cómo hemos de representarnos estas "dos Españas" de nuestros días? Hay quienes acuden a la división entre izquierda y derecha. Dado que estos términos, en tanto referidos a posiciones sociales, tienen un significado exclusivamente simbólico se comprende la vaguedad y variabilidad histórica de su denotación. Pero, aun así no me convence demasiado su utilización para expresar la presente bipolarización, pues el campo de la sedicente izquierda englobaría no pocos elementos, que por origen y, sobre todo, por su práctica actual nada tienen que ver con la izquierda histórica. Inversamente, incluir en el campo de la derecha a las posiciones liberales hace similar agravio a pasadas denotaciones de la palabra.

Aunque diste de ser satisfactoria, y le sean achacables alguna de las objeciones antes expuestas, yo prefiero verbalizar la presente bipolarización social mediante los términos "liberal-conservadores", por una parte, y "progresistas", por la otra. No es cuestión aquí de debatir si el campo liberal-conservador, en la actualidad, expresa mayormente una alianza o una fusión de dos posiciones originariamente distintas. Por otra parte, es muy evidente que el "progresismo" actual no sólo está muy lejos del significado decimonónico del término, sino que en muchos aspectos denota posiciones opuestas.

Dicho esto, es igualmente evidente que el "progresismo" es hoy claramente hegemónico en los ámbitos intelectuales y de los medios de comunicación de masas. De esta suerte se ha configurado un complejo político-mediático-intelectual que define la ortodoxia y controla la ortopraxis social. Pues bien, las instancias y agentes de este complejo nos presentan a los discrepantes como elementos inciviles, intolerantes, crispadores, etc. Y este achaque es compartido por no pocas gentes que dicen situarse en el campo liberal-conservador. Conozco personalmente a algún imbécil, afiliado al Partido Popular, víctima de este contagio. Por ejemplo, el modelo político de este pobre hombre es Piqué. Con la progresía, celebra la civilidad, la tolerancia, la apacibilidad del político catalán. Con la progresía, y con el mismo Piqué, ha olvidado cómo, no hace tantos años, le retrataban los guiñoles de Canal Plus, cuando era Ministro de Industria. Aparecía, día sí y día también, caracterizado de pirata, con su parche en el ojo y demás aditamentos típicos de la figura. Quizá que a uno le llamen ladrón o patriota sólo depende del juego político; quizá una cosa y otra no sean incompatibles; quizá lo único importante sea conseguir buenos resultados electorales (que es la disposición más propicia para conseguir lo contrario).

No negaré que es tal la insistencia de los agentes de la ortodoxia en pintar a los críticos como inciviles e intolerantes; tal la reiteración de las bondades de las políticas de sus socios ortoprácticos, que a veces me asalta la duda de si no habré enloquecido, víctima de ignorado resentimiento o cosa parecida. Sólo la constatación de la cínica volubilidad de los gobernantes progres y de sus corifeos mediático-intelectuales me salva de mis dudas. No pueden ser honestos y sabios los que afirman solemnemente hoy una cosa, mañana la contraria, pasado mañana, una tercera; no pueden ser honestos y sabios los que predican una cosa y hacen la opuesta.

¿Cómo se explica, pues, su éxito? Respecto de los profesionales de la cosa y sus asociados no hay misterio: inanidad moral y colusión de intereses. Pero ¿y respecto de mucha otra gente, personas honradas e inteligentes? La explicación más común suele situarse en la capacidad manipuladora de la propaganda política: una mentira mil veces repetida se convierte en verdad. Pero puede haber respuestas mejores. Unos investigadores han aventurado la hipótesis de que la obesidad puede tener origen vírico. ¿Y si el progresismo fuese consecuencia de un virus? Por si acaso, yo voy a vacunarme.

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