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Jorge Valín

Los 44 millones de hijos de Salgado

Que como alta funcionaria intente "mejorar" la vida de más de cuarenta y cuatro millones de personas como si fuesen hijos suyos no la convierte en una persona bondadosa, sino en una atroz enemiga de la libertad individual.

A raíz del borrador del decreto que ha redactado la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid para modificar la Ley Antitabaco en Madrid, que permitirá fumar en bodas, bautizos, comuniones y otros actos institucionales, la ministra de Sanidad y Consumo Elena Salgado dijo que "los madrileños [y por extensión españoles y europeos] debemos esperar que los gobernantes se preocupen por nuestra salud". Qué miedo.

Al leerlo me ha recordado inmediatamente las palabras de Elena Ceaucescu, esposa del ex dictador comunista rumano, que cuando fue apresada dijo: "¡Cómo podéis hacerme esto a mi que os he tratado como una madre!". A las dos elenas les une una nociva vocación maternalista. Y es que, la verdad, con madres como éstas mejor ser huérfano. Muy probablemente la ministra Salgado quiera ser recordada como una persona bondadosa que se preocupaba por la gente. Inteligiblemente se ve autorizada a tomar cualquier acto de fuerza contra nuestra libertad para mejorar nuestro bienestar. Eso sería loable si lo aplicase a su familia, pues ella sabrá como gestionar su vida y la de los suyos, pero que como alta funcionaria intente "mejorar" la vida de más de cuarenta y cuatro millones de personas como si fuesen hijos suyos no la convierte en una persona bondadosa, sino en una atroz enemiga de la libertad individual, porque cuarenta y cuatro millones de personas no somos ni su propiedad ni su responsabilidad ni la del gobierno.

La mayoría de edad ha de verse reflejada en algo, y por el contrario, cada vez significa menos con el gobierno actual y la mentalidad de los políticos. Estudiamos y trabajamos para independizarnos de nuestros padres y cuando lo conseguimos nos damos cuenta que tenemos que seguir sometiéndonos a un sinfín de leyes y regulaciones aunque las despreciemos y las veamos como imposiciones propias de un tirano.

Estoy seguro, ministra, que en lugar de aniquilar la libertad de los demás puede hacer cosas más provechosas como irse de viaje, hacer reuniones con otros políticos, escribir en el algún medio afín y esas otras cosas que no hacen daño a ninguna empresa ni crispan la sociedad. En definitiva: relájese, que la vida son cuatro días, tres para los fumadores y dos para los que dibujan viñetas. Tanta tensión no puede ser buena para su salud y, ya sabe, de eso dice saber mucho. A igual que usted, yo sólo se lo comento por su bien aunque no tenga intención alguna de imponérselo con leyes, amenazas ni multas.

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