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Agapito Maestre

Las víctimas de ETA y el Estado de Derecho

La fortaleza discursiva de las asociaciones de víctimas ha podido con las maniobras oscuras del Alto Comisionado, quien ha tenido que asistir al Congreso de Víctimas para obtener un poco de legitimidad en un cargo que debiera ser amortizado cuanto antes.

El éxito del Tercer Congreso de Víctimas del Terrorismo ha vuelto a poner en evidencia la política antiterrorista del Gobierno. Este Congreso ha mostrado con inteligencia la grave crisis de legitimidad democrática por la que pasa este Gobierno. Gravísima es la situación política, sí, cuando un Gobierno habla antes de moralidad e inmoralidad que de Ley. Asistimos a una crisis política de envergadura, sin duda alguna, porque se apela antes a la confianza y fe de los ciudadanos en las palabras de un dirigente político que a la letra pública de las leyes. El populismo de Zapatero empieza a ser ya una carga. Los ciudadanos intuyen, aunque los medios de comunicación lo ocultan, que algo muy grave sucede con nuestro débil Estado de Derecho. El Congreso de las Víctimas del Terrorismo, en efecto, ha mostrado que la crisis de legitimación de nuestro sistema político y jurídico va más allá de la lucha por el poder entre los dos grandes partidos nacionales. El discurso desarrollado por las víctimas ha puesto en claro no sólo una política errática de Zapatero y sus ministros, sino que han conseguido mostrar que es una indecencia moral y una ilegalidad jurídica, en fin, un espectáculo bochornoso, intentar un "final dialogado" con una banda de criminales.

Le asiste la inteligencia a Maite Pagazaurtundua al decir que las víctimas del terrorismo deben tener ahora la cabeza fría, la razón dispuesta, a la hora de analizar la "negociación" entre la banda terrorista y el Gobierno de España. Las víctimas tienen, pues, que seguir canalizando su experiencia de dolor a través de un discurso firme y coherente de defensa de los valores democráticos en general, y del Estado de Derecho en particular. Sin ese discurso tengo la sensación de que la democracia española perdería su eje principal de perfeccionamiento. Acaso por eso Zapatero, nada más llegar al poder, quiso vigilar y disciplinar ese grandioso movimiento asociativo creando la institución del Alto Comisionado para las Víctimas. Por fortuna, la fortaleza discursiva de las asociaciones de víctimas ha podido con las maniobras oscuras del Alto Comisionado, quien ha tenido que asistir al Congreso de Víctimas no para dar luz sobre el objetivo de las víctimas, sino para obtener un poco de legitimidad en un cargo que debiera ser amortizado cuanto antes.

Las víctimas han dejado de ser unos referentes de solidaridad para convertirse en uno de los principales activos de nuestra democracia. Las asociaciones de víctimas son ya el eje axial de la democracia española. Son un espejo ciudadano para mejorar los instrumentos del Estado de Derecho. Los resultados de este Tercer Congreso son, sin duda alguna, una nueva bocanada de aire fresco para que los ciudadanos de España, en primer lugar, persistan en que el Estado de Derecho y la democracia aún son posibles a pesar de los límites impuestos por un Gobierno que bordea permanentemente la Ley. Los mensajes y, sobre todo, la elaboración de un discurso radicalmente democrático por parte de las víctimas constituyen la principal esperanza, la mayor señal democrática, que hoy tenemos los ciudadanos de a pie. Vista así la labor de las víctimas no me extraña que para Zapatero, y todos los que creen que el poder es patrimonio de quien ha ganado unas elecciones, cualquier cosa pudiera ser buena con tal de acabar con este imprescindible reservorio de energías democráticas en que hoy se han convertido las Víctimas del Terrorismo.

Las víctimas, definitivamente, ya no son sólo objetos de compasión sino sujetos políticos, genuinamente ciudadanos, capaces de generar un discurso democrático para que se regenere el tejido podrido de nuestro sistema político. En cualquier caso, a todos nos debería hacer pensar que el mayor contraste entre el Gobierno de España y las Asociaciones de Víctimas del Terrorismo no se refiere a la ayuda que el primero concede a las segundas, sino que tiene que ver con un asunto trascendental para el desarrollo de la democracia en España, a saber, la defensa del Estado de Derecho. Porque son éstas y no aquél las mayores defensoras de lo que da alojamiento a la democracia, el Estado de Derecho, asistiré a cualquier manifestación convocada por la AVT.

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