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Thomas Sowell

Dos crisis

Este esfuerzo extremo en dañar como sea al presidente hace que cualquier amenaza del uso de la fuerza militar sea menos creíble debido a que el país está dividido.

Estados Unidos se está enfrentando a dos crisis: una falsa y otra real. Y tanto en los medios como en la política, la crisis falsa es la que está acaparando prácticamente toda la atención.

Como el oficial francés de "Casablanca", los políticos y la mayoría de los medios están escandalizados, escandalizados por haber descubierto que el gobierno ha estado escuchando las llamadas telefónicas de las redes internacionales de terroristas. Pero lo cierto es que los líderes del Congreso de ambos partidos lo sabían desde hace años sin decir ni una sola palabra. Solo después que el New York Times publicase la noticia e hiciera una gran alharaca al respecto, los políticos han empezado a declarar su indignación.

Eso no es lo único que convierte en falso este gran alboroto. La misma gente que se pone furibunda contándonos a su manera el cuento sobre el "espionaje doméstico", jamás se enfurecieron con uno de los más flagrantes ejemplos de verdadero espionaje doméstico durante los años Clinton. Cientos de archivos del FBI sin depurar se enviaron a la Casa Blanca de Clinton, en violación de la ley y por ningún otro motivo mejor que el tener suficiente inmundicia sobre suficiente gente como para poder intimidar a sus rivales políticos. Pero el espionaje doméstico contra republicanos no indignó ni de lejos a tanta gente como el haber interceptado las llamadas de los terroristas.

Las actuales protestas que están siendo avivadas hasta el nivel de crisis mediática son parte de todo un patrón de obstrucción política cortoplacista y un rencor pueril. ¿Qué podría ser más ridículo y cortoplacista que el retraso en la confirmación de la reelección del presidente Bush que forzaron los demócratas del Congreso? No se hacía un desafío semejante desde 1877. Los demócratas sabían desde el principio que no tenían la más mínima oportunidad para evitar que la Cámara de Representantes, controlada por los republicanos, reeligiese a Bush. Además, dado que ya era presidente, no podían siquiera retrasar su toma de posesión del cargo. Era poner obstáculos por ponerlos; por "hacer algo" para agradar a su base política, que odia a Bush. Pasó lo mismo cuando los demócratas obstruyeron y retrasaron el voto para confirmar a Condoleezza Rice como Secretaria de Estado y luego para la confirmación de Samuel Alito al Tribunal Supremo. Sabían desde el principio que sólo serían pataletas inútiles que no afectarían el resultado final en lo más mínimo. 

Uno de los más feos ejemplos sobre la misma actitud se hizo dolorosamente patente en el reciente funeral de Coretta Scott King, cuando una ocasión solemne se vio convertida en el momento apropiado de asestar una serie de golpes bajos contra un presidente que había acudido a honrar la memoria de la Sra. King.

El verdadero aspecto peligroso de esta pataleta política es que menoscaba al gobierno de Estados Unidos en sus relaciones con potencias extranjeras y redes internacionales de terroristas. Hay naciones y movimientos que solamente respetan la fuerza o la amenaza de la fuerza. Y el único que puede desatar esa fuerza es el presidente de Estados Unidos.

En los primeros días de la guerra de Irak, cuando estaba muy claro para todos que la fuerza militar americana sería desatada contra nuestros enemigos, de pronto, Libia aceptó abandonar su programa nuclear y otros países renunciaron a sus posturas hostiles. Pero cuando nuestros obstruccionistas domésticos comenzaron a debilitar al presidente y a dividir al país, estaban también minando la credibilidad del poder americano. Los medios de comunicación de Corea del Norte, bajo control del gobierno, usaron a más no poder los discursos del senador John Kerry contra la línea dura de Estados Unidos acerca del desarrollo de armas nucleares por parte de Corea del Norte.

Obviamente todo este esfuerzo extremo en dañar como sea al presidente hace que cualquier amenaza del uso de la fuerza militar sea menos creíble debido a que el país está dividido. Sólo el futuro podrá decirnos si el presidente Bush usará la fuerza militar como último recurso para evitar una pesadilla interminable de armas nucleares en las manos de fanáticos iraníes y terroristas internacionales. Pero sería mucho mejor si la amenaza de la fuerza fuese lo suficientemente creíble como para no tener que usar la verdadera fuerza. Pero esta política de enfrentamiento ha minado la credibilidad de cualquier amenaza de ese tipo. Eso puede reducir las alternativas a tener que matar gente en Irán o dejar que tanto nosotros mismos como nuestra posteridad queden a merced de fanáticos suicidas llenos de odio y con armas nucleares.

Esa es la verdadera crisis que está siendo eclipsada por la falsa crisis política.

©2006 Creators Syndicate, Inc.
* Traducido por Miryam Lindberg

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