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Alejandro A. Tagliavini

El círculo vicioso de la droga

La guerra contra las drogas es un verdadero círculo vicioso. Cuanto más fuerte es la represión, más se encarece la droga y, entonces, más dinero hay para corromper a los funcionarios que sostienen el tráfico.

La cocaína mantiene precios muy altos porque la demanda es muy grande. Para empezar, porque su prohibición la hace interesante; el desafío a la autoridad estatal la ha puesto de moda. Luego, esta sociedad "consumista", donde el Estado de bienestar provee todo sin necesidad de arriesgar el propio esfuerzo, provoca una frustración existencial que lleva a buscar otras emociones. Además, al ser el narcotráfico un negocio tan lucrativo, los narcotraficantes invierten mucho para pervertir y conseguir adictos, ergo, clientes seguros. Y, al ser el consumo clandestino, es imposible conocer la situación de muchos consumidores y, por tanto, la prevención y la curación son dificultosas.

Pero, quizás lo peor de la prohibición es la lucha violenta y atroz que ha desencadenado, no solo porque financia a terroristas –las FARC colombianas reciben unos 600 millones de dólares al año del narcotráfico–, sino porque los traficantes son mafiosos fuertemente armados y dispuestos a todo por la inmensa rentabilidad del negocio. A la vez, la represión suele ser feroz y muchas veces dirigida por la corrupción y se cobra vidas inocentes.

Asegurado el alto consumo, a la mafia le conviene controlar la producción para mantener precios altos. Así, los traficantes muestran la mayor crueldad posible provocando el espanto de la gente que pide aún más represión, es decir, menor producción, manteniéndose los precios muy altos y provocando el círculo vicioso de la violencia, pero virtuoso para los traficantes y la corrupción. Al ser el precio de venta de la cocaína alto, los traficantes pueden pagar mucho por la hoja de coca que, por tanto, se vuelve un cultivo rentable para los campesinos empobrecidos por altos impuestos que, en parte, van a pagar las campañas contra las drogas. Irónicamente, el gobierno colombiano va a pagar 400.000 pesos por hectárea de droga erradicada, lo que provocará un aumento en el precio y, por tanto, en la rentabilidad de la coca.

El diario El Espectador de Bogotá, el 14 de febrero preguntaba por qué no pensar en legalizar. "Son las mafias que se enriquecieron durante la prohibición del alcohol en EE.UU. y hoy lo hacen en Colombia, en donde además asesinan, despojan a campesinos de sus tierras, distorsionan la economía nacional, desestabilizan las instituciones estatales, elevan la corrupción a grados delirantes".

El Nobel de Economía Gary S. Becker escribió en el número de febrero del Journal of Political Economy que "al sumar todo el gasto,... la guerra contra las drogas está costando a los EE.UU. mucho más de 100.000 millones de dólares al año... (sin incluir) importantes costos intangibles".

Además de la revista inglesa The Economist y otro premio Nobel, Milton Friedman, muchos apoyan la legalización. Para George Shultz, ex secretario de Estado, "la legalización... eliminaría el incentivo de reclutar jóvenes para la adicción". Según Steven Duke, profesor en Yale, "legalizar las drogas reduciría el consumo de alcohol, que es mucho más dañino". Para George Soros, la guerra contra las drogas está causando más daño que el abuso de las drogas. Y siguen muchos más.

La guerra contra las drogas es un verdadero círculo vicioso. Cuanto más fuerte es la represión, más se encarece la droga y, entonces, más dinero hay para corromper a los funcionarios que sostienen el tráfico. De nada sirven los radares para controlar vuelos ilegales cuando esta probado que la mayor parte de la droga ingresa por canales completamente legales.

No se trata de "legalizar" en el sentido de dejar de condenar moralmente tanto el consumo como el trafico de drogas, sino de comprender que con la violencia y la represión estatal, lejos de resolverse el problema, se está agravando severamente.

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