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EDITORIAL

La falsedad de Zapatero ante una visita incómoda

Se trata de simular buena disposición cuando, en realidad, a lo que se está, y de forma implacable, es a sofocar, por todos los medios, la influencia de la Iglesia y que esta no se convierta en un obstáculo para el paradigma ideológico del gobierno

Tal vez por un exceso de ese falso talante del que tanto presume Rodríguez Zapatero, su secretario de Estado de Comunicación, Fernando Moraleda, ha incurrido en una notoria falsedad, al tratar de presentar la próxima visita a España de Benedicto XVI como respuesta a una invitación del presidente del gobierno. Lo cierto es que la celebración en Valencia del Encuentro Mundial de la Familia estaba prevista desde antes incluso del fallecimiento de Juan Pablo II, y que han sido los organizadores del evento –el Consejo Pontificio para la Familia y el Arzobispado de Valencia– los que cursaron la invitación que aceptó su sucesor, y que hará de España el primer país del mundo –tras su Alemania natal– que visite Benedicto XVI.

¿Por qué, entonces, el gobierno de Zapatero pasa de lo que debería ser una lógica muestra de cortesía y de implicación en los preparativos de la visita a la descarada y falsa voluntad de "apropiarse" de la misma? Más aun cuando el gobierno de ZP es, con gran diferencia, el Ejecutivo español que más ha legislado y combatido políticamente los valores del catolicismo y quien más ha utilizado sus medios propagandísticos para hacer mofa de la Iglesia. ¿A qué viene, pues, esa mentira, sólo aparentemente infantil y gratuita?

Creemos que la actitud del gobierno de Zapatero tratando de presentarse como impulsor de una visita, que en realidad le desagrada y preocupa, tiene un doble motivo. Por un lado está la evidente imposibilidad de evitarla. Y con ello no nos referimos, lógicamente, a la impensable prohibición gubernamental de entrada del Papa, sino a la imposibilidad del Gobierno de evitar que esa visita tenga un multitudinario y caluroso recibimiento y sea un aldabonazo a la conciencia de millones de ciudadanos católicos ante una política que, como la de Zapatero, no sólo trata de denigrar la asignatura de religión, sino también desnaturalizar, jurídica y socialmente la institución del matrimonio, como base de la familia que es.

En la misma línea, otra razón que opera en la ridícula pretensión del gobierno es la de simular buena disposición cuando, en realidad, a lo que se está, y de forma implacable, es a sofocar, por todos los medios, la influencia de la Iglesia y que esta no se convierta en un obstáculo para su paradigma ideológico. Este falso protagonismo que se confiere el gobierno en la invitación del Papa tiene, pues, el objetivo de tratar de mostrar como intransigentes y sectarios a todos aquellos que, también desde la Iglesia y empezando por el otrora vituperado Ratzinger, no comparten la "dialogante", "amable" y "conciliadora" actitud del Gobierno. Y es que, no hay que olvidar, que el famoso "talante" forma parte de esa gran mentira que constituye la política y el propio gobierno de Zapatero.

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