Menú
EDITORIAL

La susceptible coquetería de nuestras "progres"

Comprendemos que, para una insegura jovencita del siglo XIX, un comentario crítico contra su atuendo pudiese despertar la solidaridad de sus compañeras y suponer para ella el fin de su puesta de largo.

Vaya por delante que el mismo derecho a la coquetería asiste a un hombre que a una mujer. Tanto derecho a molestarse tuvo el pasado 24 de noviembre Ángel Acebes cuando la vicepresidenta le espetó que debía "modernizarse en su manera de ser y en sus atuendos", como lo tendría ahora De la Vega cuando Zaplana le ha recordado "su afición a disfrazarse" en lugar de "vestirse, aunque sólo fuera un día, de vicepresidenta de gobierno y cumplir con su obligación".

Lo que no es admisible es que estas puyas dialécticas, propias de los rifirrafes parlamentarios, pasen desapercibidos en función del sexo de sus destinatarios. Si la crítica a los "atuendos" de Acebes no tuvo mayor consecuencia, en el caso del "disfraz" de De la Vega ha llegado al extremo de eclipsar y protagonizar la sesión de control al gobierno. La inadmisible y reaccionaria susceptibilidad de las diputadas del PSOE e IU por el comentario de Zaplana ha llegado al extremo de abandonar el hemiciclo y que De la Vega dejara de responder a buena parte de lo que se le preguntaba.

Comprendemos que, para una insegura jovencita del siglo XIX, un comentario crítico contra su atuendo pudiese despertar la solidaridad de sus compañeras y suponer para ella el fin de su puesta de largo. Lo que no es admisible es contemplar esa misma reacción entre mujeres del siglo XXI, que ostentan un cargo público y que asisten, no a un acto de sociedad, sino a una sesión parlamentaria de control al gobierno.

Es más. Podemos entender el afán de una turista, en un viaje de placer por África, por hacerse fotos desenfadadas con atuendos autóctonos y participando en bailes regionales. Lo que no es admisible es que se le dé prioridad a esa imagen, en un viaje en el que el protagonismo lo debe ocupar la denuncia de esas "peculiaridades" culturales, políticas o religiosas que constituyen una sistemática violación de los derechos de la mujer.

Más que en desenfadados bailes con Wangari Matahi, nos hubiera gustado ver a nuestra vicepresidenta denunciando, por ejemplo, la salvaje "tradición" de la ablación del clítoris, ante la que la keniata, por cierto, se muestra muy comprensiva en pro de su "identidad étnica". ¿O es que no era pertinente hacerlo a la luz de la Alianza de Civilizaciones?

En cualquier caso, si una auténtica farsa ha constituido ese frívolo periplo progre-turístico por África, no menos hipócrita ha sido el numerito de este miércoles en el parlamento.

Ya es lamentable que el sexo haya sido uno de los criterios de ZP a la hora de designar a los miembros de su gobierno. Lo que sería el colmo de la desfachatez es que pretendiera, además, convertir en un "ataque a la mujer" la crítica al atuendo y, sobretodo, a la labor de gobierno de la mitad de sus ministros.

En España

    0
    comentarios