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José Vilas Nogueira

La estrategia del calamar

Pasmado quedó el rey, en la última novela de Torrente Ballester, al descubrir la geografía del cuerpo femenino. El juez instructor del sumario del 11-M quizá no esté pasmado, pero aspecto de tal ofrecía en las imágenes de la televisión.

Cuando escribo, se cumplen justamente dos años y un día del triunfo de Zapatero en las elecciones generales. Como si del cumplimiento de una condena se tratase. Pero la pena no ha sido todavía extinguida. La instancia que puede extinguirla, la ciudadanía española, está ofuscada y confundida en los mares de tinta negra que los gigantescos calamares del poder le arrojan sin cesar. Dos años y un día de liquidación del régimen constitucional, de menoscabo de la libertad de expresión y de la independencia judicial, de prostitución de las instituciones.

La clave está en la utilización de una estrategia de ofuscación, la estrategia del calamar. La mentira permanente, la simulación constante, la destrucción del lenguaje mediante la desconexión entre significante y significado, abocan a una brutal disyunción entre la prédica y la acción. Un discurso constitutivamente vacío de significado y ausente de constricciones morales es proyectado por gigantescos calamares. Los medios de comunicación secretan sin parar toneladas de tinta ofuscadora. Los medios audiovisuales dependen del poder político: concesión y mantenimiento de las licencias administrativas para emitir. Los medios escritos son menos dependientes, pero un gobierno liberticida tiene poderosos recursos de presión. Además las grandes empresas de comunicación comparten medios audiovisuales y escritos. Los medios de comunicación dependen, pues, del Gobierno, pero, también, un gobierno mendaz e inmoral depende de los medios. Sin su cobertura quedaría con el culo al aire. La ciudadanía es, así, rehén de un complejo político-mediático que la asenderea como a hato de ganado.

Estos días, los calamares han estado ocupados en tres asuntos principales. Pasmado quedó el rey, en la última novela de Torrente Ballester, al descubrir la geografía del cuerpo femenino. El juez instructor del sumario del 11-M quizá no esté pasmado, pero aspecto de tal ofrecía en las imágenes de la televisión. Si lo estuviese, no es presumible que la causa fuese la misma que la del alelamiento del rey novelesco. Más probable es que derivase de haber visto una mochila que no era mochila, de la emoción de ver ingresada en el juzgado una pieza de convicción sumarial meses y meses extraviada en ignorados lugares, de ver que la mochila (que no era mochila) tampoco era la que tenía que ser, sino otra idéntica o similar. El pasmo del juez sería como el del espectador de una función de magia. Bueno, pues como usted crea que se debe investigar más, los calamares del poder le llamarán fascista, atentador contra la independencia judicial, cómplice de los imputados...

Otra descarga de tinta se provocó en el Congreso de Diputados. El portavoz del Partido Popular, cansado de que la vicepresidenta del Gobierno conteste por peteneras, le dijo algo así como: ya que es usted aficionada a disfrazarse con frecuencia, vístase alguna vez de vicepresidenta y responda a lo que se le pregunta. No es muy versallesco, pero en el Congreso se dicen unos a otros todos los días cosas peores. Tampoco es machista, pues los disfraces no entienden de género. Pero la aludida lo consideró una ofensa espantosa. Hundida en su banco, parecía un pollo de pájaro carpintero, huérfano y víctima de inesperado chaparrón. Reaccionó furiosamente y puso a caldo a Zaplana. Hasta ahí todo normal. Pero entonces entraron en juego los calamares: las diputadas del PSOE y sus socias izquierdistas abandonaron airadamente el hemiciclo. Los diputados, no, lo que no deja muy bien paradas sus proclamas de igualdad de sexo. Un coro de cluecas se arracimó en los altillos de la sala. Finalizado el incidente, las señoras descendieron con gran dignidad y arrojo; lástima de un Eisenstein que filmara el inmortal momento. Los periodistas del pesebre tributaron un conmovido ósculo a nuestras heroínas. Si usted no lo ve así, es un fascista y un machista asqueroso.

Más Congreso y más tinta. Los diputados socialistas y sus socios nacionalistas e izquierdistas, siguen empeñados en hacer comparecer ante el Congreso al presidente del Consejo General del Poder Judicial, en abierta vulneración de la Constitución (pretenden justificar su desafuero en el artículo 109, que se refiere sólo a las relaciones del ejecutivo con el legislativo). Lo convocan por tercera vez, con insolente contumacia, aunque con mohín de mercader ventajista ofrecen, ahora, ser "considerados" con el convocado. Los calamares segregan su tinta: mucho tributo a la soberanía nacional, invocación del sagrado deber de todo el mundo de rendir cuentas al Congreso. Si usted no ve en esa pretensión otra cosa que un desafuero constitucional, un paso al despotismo, es un fascista y un antidemócrata.

Con tanta tinta, más negro que un subsahariano, negra veo la situación.

En España

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