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Federico Jiménez Losantos

Hacia el “golpe blando” en el PP

Gallardón está demostrando para el ejercicio del mal el valor o la falta de complejos que en Rajoy se echan en falta últimamente para el ejercicio del bien.

El descubrimiento del piélago de irregularidades, mentiras y pruebas falsas sembradas por la policía en el sumario del 11-M ante la penosa pasividad del juez Del Olmo, ha adelantado los planes que Polanco Productions había reservado en este cambio de régimen sobre la marcha para el PP. Evidentemente, esos planes pasaban por la derrota de Rajoy o su incapacidad para formar gobierno en 2008, y su sustitución amistosa por Gallardón. Como en 2004, la presencia de Ana Botella en calidad de rehén municipal garantiza aparentemente la neutralidad de Aznar en el proceso sucesorio, que es todo lo que necesita Gallardón para hacerse con el poder en el PP. Esto era hasta ahora casi un secreto a voces en el partido, pero las novedades en la investigación del 11-M están acelerando un proceso en el que los cambios sustanciales se producen casi a diario y en el que el Estatuto de Cataluña ha pactado de hecho la reducción a cenizas del régimen constitucional de 1978.
 
La estrategia de eliminación del PP como alternativa política al PSOE sigue siendo la piedra angular en este proceso de demolición de España que se hace a escondidas, por la espalda, engañando al pueblo y hurtándole el ejercicio de su soberanía. Pero con la acción revolucionaria del Gobierno, la inacción de la Corona, la complicidad del Tribunal Constitucional y el silencio clamoroso de las instituciones, en ese camino de desarticulación de España diseñado por Polanco sólo queda el obstáculo del PP. Que es como decir media España. No corría demasiada prisa atacarlo de frente porque ya ha demostrado su fortaleza en la calle y la berroqueña fidelidad de sus bases electorales y sociológicas. Entre el Estatuto de Cataluña y el pacto con la ETA, era una fruta madura destinada a caer tras la dulce derrota del 2008 en manos de Gallardón.
 
Pero, ¿y si surge algún Amedo en el 11-M? ¿Y si hay un ataque de pánico a la cárcel o de terror ante las portadas de El Mundo entre los policías y agentes que han venido guiando la acción o, más bien, la inacción del juez Del Olmo? Todo el castillo de naipes se vendría abajo. El calendario quedaría inservible. Las elecciones se anticiparían y Gallardón podría quedarse con un palmo de narices a las puertas de Génova 13, cuyas pertenencias ya no serían trasladadas a Valdemorillo. Los dos años de maduración o, más bien, putrefacción del PP antes de la capitulación serían un lapso demasiado largo. Hay que evitar que el grupo dirigente Rajoy-Acebes-Zaplana (con Aznar, Aguirre y la gran mayoría del partido al fondo) se consolide frente al caos. Hay que introducir el caos dentro del PP.
 
El ariete para esta operación cuya sutileza debe ser casi comparable a su vileza es el ABC, diario gallardonista de siempre pero, sobre todo, polanquista de ahora mismo. En este viernes 17 de marzo, Carcalejos, después de su campaña contra la COPE, el gran bastión de autodefensa de la derecha, asesta dos estocadas terribles al PP. Por un lado, deja a Rajoy en evidencia ante el PP vasco al revelar ese encuentro con Imaz absurdamente ocultado por el presidente del PP a María San Gil. Golpe de imagen al liderazgo de Rajoy, que es lo que le faltaba tras el fiasco de la Convención. Por otra parte, salida a la luz pública de la facción del PP que comparte criterio y proyecto con el PSOE. Gallardón, al decir que el juez del 11-M al que se le ocultan pruebas y la fiscal que lo acepta (prima suya, según creo) merecen el apoyo del PP, está suscribiendo de hecho el engaño a los ciudadanos y la burla a las víctimas del 11-M de Peces y Cándido. Paralelamente, se urde desde el PRISOE, en el típico estilo gangsteril usado contra Cascos o Redondo Terreros, una campaña abyecta contra Zaplana y se mantiene la de siempre contra Acebes, porque ambos representan el núcleo duro, es decir, sólido del PP, un partido insoluble, hoy por hoy, en este proceso de golpe casi institucional contra el régimen constitucional. Gallardón está demostrando para el ejercicio del mal el valor o la falta de complejos que en Rajoy se echan en falta últimamente para el ejercicio del bien. Pero la propia fragilidad del proceso revolucionario zapateril y polanquista, que debe cambiarlo todo sin que se note nada, hace precisa la movilización de Vellido Ruiz Gallardón. El “golpe blando” está en marcha en el PP. Para después de las elecciones si no zozobra el encubrimiento del 11-M y el apaño con la ETA. Para antes, con la posible anuencia de Rajoy y la liquidación de Acebes y Zaplana, símbolo de esa alianza de católicos y liberales que hoy domina el PP, si los acontecimientos judiciales lo hacen preciso.
 
¿Por qué es blando el golpe? Porque no puede ser duro. La gran mayoría del partido aborrece a Gallardón y lo que significa de rendición ante la izquierda. Pero si el sempiterno candidato del enemigo trae de la mano la posibilidad de participar en el poder, al modo en que Mas y CiU se han asociado al proyecto zapaterino, la cosa cambia. Puede incluso cambiar radicalmente. Por eso hay que atender a lo que dicen los personajes clave. Dice Gallardón que el PP debe ganar el poder en las urnas y no mediante procedimientos judiciales. O sea, que para él la democracia y la ley pueden ser opuestos, que el Estado de Derecho debe ceder ante el sufragio popular. Ni el PSOE lo hubiera expresado mejor. Tengamos mucho sentido del Estado: tapemos la masacre del 11-M que se perpetró para echar al PP del poder y cambiar de raíz la historia de España.
 
Hemos de agradecer a la tosquedad de Carcalejos y a la zozobra del sumario del 11-M la brutal claridad con que Gallardón se ha sumado a la campaña prisaica contra la dirección del PP. Hemos de esperar de Rajoy, y acaso también de Aznar, que no repitan la misma política mariacomplejinada de antes y después del 2004 ante la actuación de un personaje cada vez más peligroso para la derecha y para los restos de la Nación. Nos gustaría decir que, ante este proceso en marcha, los signos en la Presidencia del PP son positivos. Por desgracia, y hoy por hoy, estaríamos faltando gravemente a la verdad.

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