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Pedro Schwartz

El amigo americano

El esfuerzo por liberar el comercio ya no pasa por la reducción de aranceles, excepto para la agricultura. Hoy día son las barreras no arancelarias las que dificultan los intercambios de mercancías, de capitales y servicios entre nuestras economías.

La Fundación FAES del Partido Popular español se ha convertido para muchos medios de comunicación en el mandinga blanco de la canción de cuna de Montsalvatge, el coco que viene a comerse a los negritos progresistas que no quieren dormir. Aconsejo una visita a la página web de la Fundación, porque está realizando una útil labor en muchos campos, entre otros en el internacional, donde es cada vez más necesario contrarrestar la desacertada política exterior del Gobierno español frente a los Estados Unidos.

Muchos españoles sentimos, en efecto, honda preocupación por la "deriva atlántica", ese paulatino alejamiento entre la Unión Europea y EEUU en las mentes y en los hechos. Si bien el tono de las relaciones entre Europa y Estados Unidos ha cambiado sensiblemente desde la llegada de Condolezza Rice al Departamento de Estado y de Angela Merkel a la Cancillería de Alemania, no cesan los desencuentros políticos en una atmósfera de desconfianza y crítica mutuas. En algunos países como Francia y España, la opinión pública sigue dando muestras de hostilidad, no sólo contra la persona de George Bush, sino incluso contra the American way of life. A eso se añade la creciente importancia que el área del Pacífico está tomando para la política y la economía de EEUU. No es exagerado decir, pues, que la amenaza de un divorcio trasatlántico se cierne sobre la unidad del mundo democrático.

Por esas razones, Francisco Cabrillo, Jaime García-Legaz y yo mismo hemos publicado en FAES un libro titulado "Un Área Abierta de Prosperidad Atlántica", en el que proponemos la completa liberalización de las relaciones económicas entre Estados Unidos y la Unión Europea, como preludio de una mayor integración comercial del mundo. El Atlántico norte es la zona de mayor prosperidad del globo y el principal motor de la economía mundial. La UE y los EEUU conjuntamente concentraban en 2003 el 42% del PIB mundial, 24% de las exportaciones globales y el 31% de las importaciones globales. De las inversiones directas del mundo, el 62% provino de nuestras dos zonas. En EEUU y Europa se negocia el 79% del volumen de todas las bolsas de valores y realiza más del 70% del valor de las fusiones y adquisiciones. ¿Quién podría pensar que, en 2003, la inversión directa de los EEUU en Irlanda fuera más de dos veces y media la realizada en China? El volumen de los activos estadounidenses en el Reino Unido es una y media veces mayor que todo el capital de esos americanos en Asia. En 2001, las empresas estadounidenses proporcionaban empleo directo a 3,2 millones de trabajadores en la UE, mientras que, en 2002, las filiales europeas lo hacían a 3,6 millones de trabajadores en los EEUU. Todo lo que pudiera servir para ahondar esas relaciones económicas y fomentar una mayor actividad productiva en nuestra parte del mundo contribuiría al acercamiento entre americanos y europeos y también al desarrollo del resto de las economías del mundo.

El esfuerzo por liberar el comercio ya no pasa por la reducción de aranceles, excepto para la agricultura. Hoy día son las barreras no arancelarias las que dificultan los intercambios de mercancías, de capitales y servicios entre nuestras economías. Deben abandonarse las medidas anti-dumping, la salvaguardia de sectores amenazados, las intervenciones para crear campeones nacionales, el favoritismo nacional en la contratación pública. Esa es la forma de hacer crecer las economías.

No proponemos una zona de libre comercio entre la UE y EEUU, defendida por un arancel frente al resto del mundo. Muchas de las medidas que proponemos servirían también para la liberalización del mercado mundial: así, la supresión de aquí al 2010 de la subvenciones a las exportaciones agrícolas; así, la reducción de los aranceles a un tipo igual para todos los productos del campo y de la industria cualquiera sea su proveniencia. Forma parte esencial de nuestro plan el atraer a esa zona de prosperidad otras naciones del norte de América, del hemisferio sur, del Extremo Oriente y el Pacífico, del Magreb y de Africa del Sur, si se avinieran a aceptar las mismas condiciones. Llamamos este plan un "Doha plus", es decir, un acuerdo por el que los firmantes empezaran por aplicarse todas las liberaciones ofrecidas por todas las partes de la Ronda Doha.

Una de las medidas de nuestro proyecto es inmediatamente factible. Consiste en unificar el régimen comercial de los países más pobres del mundo en ambos mercados. En vez de abrir sólo el mercado europeo a los 78 países del Asia, Caribe y Pacífico firmantes de tratados como el de Cotonou, y franquear únicamente el de EEUU a los países incluidos en acuerdos como el Tratado de Libre Comercio de América Central CAFTA, franquearíamos a todos ellos el acceso igual en ambas zonas.

El franco compromiso de los líderes de EEUU y la UE sería esencial para conseguir este objetivo de liberar los intercambios transatlánticos y por ese camino los mundiales. Ese primer paso habrían de darlo con una proclamación solemne, el presidente de los EEUU utilizando la autoridad de "camino rápido" en negociaciones comerciales de que aún goza hasta mitad de 2007 y el Consejo Europeo, puesto que las materias comerciales son de la exclusiva competencia de la Unión. No es imposible.

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