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EDITORIAL

El cortijo de Esquerra

El mensaje es claro: si no obedeces, no comes. Y claro, se obedece y se paga a las insaciables arcas del partido, las que no tuvieron suficiente con su parte alícuota de las condonaciones de La Caixa.

Si hay algo que cabe esperar de los partidos de izquierda, a lo largo y ancho del mundo, es una gran compasión abstracta por los grandes colectivos "desfavorecidos" acompañada de un desprecio brutal por los miembros concretos de esos mismos colectivos. Esquerra Republicana de Catalunya, además de ser un partido independentista, y de Perpiñán, se autoproclama de izquierdas. Por eso no resulta especialmente sorprendente que se haya dedicado a la extorsión del personal contratado de la Generalitat –el que no tiene el puesto garantizado y al trabajar "en precario" debería ser para la izquierda objeto de especial protección–, exigiéndole una mordida para sufragar los gastos de la organización so pena de despido.

El esquema, por simple, no deja de ser menos siniestro. Se necesita crear una fundación, a la que el ministerio no ponga problemas para llamarse como se quiera, que se financia primero con 60.000 euros de fondos de la Generalitat. Luego se pide a los cargos políticos que donen un porcentaje ­–siempre mayor al 3%– a dicha entidad, dependiente del partido. Más tarde, cuando se ve que el presupuesto aún es demasiado achuchado para las ansias económicas de los líderes de la izquierda, se empieza a exigir a quienes trabajan, "por error", en las consejerías dependientes de ERC, y cuyo puesto de trabajo depende del beneplácito de los cargos políticos del partido. El mensaje es claro: si no obedeces, no comes. Y claro, se obedece y se paga a las insaciables arcas del partido, las que no tuvieron suficiente con su parte alícuota de las condonaciones de La Caixa.

Por si el mecanismo no tuviera ya suficientes connotaciones mafiosas, hay algún dirigente de Esquerra que reconoce abiertamente un comportamiento digno de ser retratado por Francis Ford Coppola. Xavier Vendrell, secretario de organización del Partido, aseguraba que los reacios a pagar el impuesto revolucionario "se han comprometido a hacerlo después de hablar conmigo". Cuatro técnicos que participaron en la elaboración del proyecto de Ley de Políticas de Juventud no fueron tan comprometidos, y les despidieron. A modo de ejemplo para los demás, cabe suponer. Intentando ofrecer alguna excusa, Bargalló afirmó que las cartas sólo se enviaron a "cargos" del partido, olvidando oportunamente que otras misivas pedían a los trabajadores inscribirse en ERC y convertirse así, a efectos recaudatorios, en "cargos" con pleno derecho a ser extorsionados.

Confluyen en Esquerra dos de los virus totalitarios más tóxicos de los últimos siglos: el nacionalismo y el socialismo. Con tan alta estirpe a modo de herencia, no es de extrañar que destilen estos tics más propios de regímenes que creíamos olvidados en España hasta hace bien poco. Pero, con todo, las responsabilidades por este caso no pueden quedar sólo en el partido de Carod Rovira. Existe una fiscalía que, por ahora, no ha actuado. También hay en España, según se rumorea todos los primeros de mayo, unas centrales sindicales que afirman defender a los trabajadores y cuyo silencio ante este asunto no se entendería. Pero, sobre todo, la pretensión de Montilla de que semejante abuso de poder por parte de sus socios de gobierno sólo les afecta a ellos es impropia de un político responsable, razón por la cual suponemos que se le ha encargado a él expresarla.

El partido socialista gobierna con ERC y, mientras mantenga esa coalición, es también responsable político de todos los abusos que esta formación cometa desde una Generalitat a la que tiene acceso gracias a sus acuerdos con Montilla, Maragall y los suyos. Es de suponer que un partido con tan larga tradición de no asumir responsabilidad ninguna tampoco lo hará en esta ocasión. Para ello será respaldado, como siempre, por el silencio de los medios de comunicación afectos al régimen, que son casi todos. Tan sólo esperamos que, llegado el momento de ofrecer excusas, no las busquen en ningún nuevo informe pagado con dinero público.

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