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Bono ha muerto. ¿Viva Bono?

Con todo, desde el Grupo de Estudios Estratégicos le vamos a echar en falta pues él nos alzó unilateralmente a la polémica parlamentaria en diversas ocasiones, quizá porque nos considerase sus peores enemigos.

No hay nada mejor que uno desaparezca para que todo el mundo pase a recordarle con pasión y benevolencia. En la política a veces también sucede lo mismo. José Bono es cesado como ministro de Defensa y toda la prensa que tan bien ha sabido cultivar no hace sino ensalzarle. Hasta el JEMAD, el general Félix Sanz Roldán se descubre como uno de sus mayores aduladores cuando afirma en la despedida que "nadie como tú ha pronunciado tanto la palabra España". No sólo el JEMAD tiene la memoria flaca, pues un repaso por las hemerotecas llevaría a otorgarle ese palmarés a Eduardo Serra, sino que además olvida el contexto en el que se ha movido este ministro socialista saliente, el de un gobierno profundamente antiespañol. Tan antiespañol que el pobre general Mena se vio forzado a dar un aviso. Si Bono ha invocado mucho el nombre de nuestra patria era porque su superior y sus colegas de gobierno denostaban de ellas aún más. Pero de poco le han servido las palabras a Bono. Mucho hablar pero poco hacer. ¿Acaso ha impedido la tramitación del estatuto? ¿O se ha opuesto a la negociación con ETA? No, lo que ha dicho en nada ha afectado al curso de los acontecimientos, simple y llanamente porque lo que está urdiendo es guardarse una vuelta al ruedo en circunstancias mejores y para más altos destinos. Que le salga la jugada es otra cosa.

En segundo lugar, Bono no ha sido tan buen ministro de Defensa como ahora quieren hacer ver. Se ganó su popularidad inicial sobre el desprestigio de su antecesor, machacándole con el caso del Yak-42 hasta límites que traspasan con mucho lo decente. Y todo envuelto en una demagogia populista que él no se atrevió a emplear consigo mismo con motivo del oscuro accidente de nuestros helicópteros en Afganistán. Igualmente, el ministro del supuesto diálogo fue incapaz de sacar adelante una importante ley, como la de defensa nacional, con un mínimo consenso con el Partido Popular, al que intentó engañar hasta el último minuto. La consecuencia es que su paso por la defensa se deshará como un azucarillo cuando sean otros los que gobiernen.

En tercer lugar, Bono ha sido un ministro prepotente con los suyos. No sólo impuso destituciones forzadas por razones puramente políticas, sino que ha tratado de contentar a los militares con insignificantes subidas de sueldo, como si el aspecto pecuniario fuera la razón de ser de las fuerzas armadas. Al mismo tiempo que luchaba por conseguir unos euros más para su presupuesto, ataba el empleo de las fuerzas armadas a un sistema tan complejo de aplicar que se garantizaba la inacción de los militares para todo aquello que no fueran misiones de índole humanitaria. Si eso es a lo que aspiran nuestros militares, a no ser nada, Bono es el dirigente perfecto.

Por último, Bono lejos de ser un ministro transparente, ha recurrido a la mentira y a la ocultación para no reconocer lo obvio, que por querer contentar a su homólogo Donald Rumsfeld se saltó sus propios principios y envío una fragata española en tareas de apoyo operativo a un grupo de combate americano involucrado directamente en la guerra contra el terrorismo en Irak. Por no decir de todo el lío que se montó él solito con la superventa de armas "pacíficas" a Hugo "Boss" Chávez, de la que fue diciendo a todo el mundo que era una cuestión que había él negociado con los americanos y que contaba con su aprobación. Afirmaciones por las que Rumsfeld le hizo llegar una carta de protesta y en el Pentágono se llegaron a barajar hasta seis medidas de represalia contra España.

Con todo, desde el Grupo de Estudios Estratégicos le vamos a echar en falta pues él nos alzó unilateralmente a la polémica parlamentaria en diversas ocasiones, quizá porque nos considerase sus peores enemigos. Pero los ministros pasan. Ahora tocar esperar a ver cómo y cuándo reaparece.

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