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Carlos Semprún Maura

Una juventud chocha

Estuvieron todos: los carcaverdes, los papanatas, los Testigos de Jehová y las compañías petroleras. Resulta increíble que aún se manifiesten contra las centrales nucleares civiles en Francia, y se aplaudan las armas nucleares en Irán, pero así es.

"Creo que la juventud actual es muy conservadora. En su actitud antisistema por decreto y en su desapego de la política encuentro una sensación de que piensan que, aunque no hagan nada, algo les corresponde. Esto es una propuesta muy conservadora que se reduce a: 'Yo tengo derecho a...'". Estas líneas no están sacadas de un discurso del sociólogo francés Tartempión, sino de una entrevista a David Trueba, realizada por Carlos Reviriego, para El Cultural. O sea, que los problemas de esta juventud chocha son muy parecidos en nuestros dos países. "Tenemos derecho a..." un diploma sin estudiar, un salario sin trabajar, el seguro de enfermedad sin estar enfermo, etcétera. Esta no es una actitud hedonista y "pasota". Salvo en casos muy contados, procede de una superstición solidamente enraizada en nuestros países europeos, infinitamente más que en los anglosajones, que para ir deprisa puede calificarse de "culto al estado"; el "estado-dios", todopoderoso y todobondadoso que debe todo a sus súbditos, con tal de que estos le apoyen. Magnífica y moderna manifestación de servidumbre voluntaria. Todo ello en medio de una confusión total.

Puedo atestiguar que en conversaciones privadas y algo, muy poco, en la prensa, los que tuvieron veinte años hace veinte se escandalizaron cuando los líderes estudiantiles declararon que el CPE les impediría comprarse pisos y coches. Aparte de que nada tenía que ver, y que ese difunto contrato de primer empleo no les concernía, la reivindicación central de una confortable y sabrosa seguridad –gracias al estado– como "ideal juvenil" les horrorizaba. El romanticismo de las pantuflas, diría yo. Algo, muy poco, en la prensa, en efecto, porque la realidad es que las jornadas de huelga general fracasaron rotundamente, que hubo manifestaciones, pero se exorbitaron las cifras de los participantes, y a fin de cuentas, todo se reduce a una gigantesca campaña mediática contra el gobierno. Que tuvo éxito, puesto que el gobierno se rindió y además se dividió. Pero los sindicatos estudiantiles se lo han tomado en serio, y ahora mismo están reunidos en "asamblea constituyente" para ordenar al gobierno que dimita, o que les obedezca, suprimiendo todas las reformas que ellos, los niños litris, consideran peligrosas para el estado.

Este fin de semana pascual Francia ha conocido otra vergüenza aceptada y risueña: durante dos días unos doce mil manifestantes antinucleares, desfilaron en Cherbourg contra el proyecto de construcción de una nueva, moderna y limpia central nuclear francoalemana. Estuvieron todos: los carcaverdes, los papanatas, los Testigos de Jehová y las compañías petroleras. Resulta increíble que aún se manifiesten contra las centrales nucleares civiles en Francia, y se aplaudan las armas nucleares en Irán, pero así es. El Otegi francés, o sea el campeón galo de las penas de cárcel incumplidas, José Bové, declaró que las cosas estaban muy claras: el pueblo francés sólo votará en las presidenciales de 2007 por el candidatos que se comprometa a liquidar "el nuclear". El ex ministro de Educación, socialista y compinche de Lionel Jospin, Claude Allègre, personaje confuso y contradictorio, con toques de lucidez como cuando declaró que desde el punto de vista científico Kioto era una farsa, acaba de afirmar en la tele que, según él, José Bové es tan reaccionario como Le Pen. O peor. Lleva razón, lo que no entiende es que es precisamente por eso la extrema izquierda quiere hacer de Bové su candidato a las presidenciales.

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