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Agapito Maestre

Ética práctica o inmoralidad política

La incapacidad para asumir la responsabilidad de sus propias palabras sería la mejor manera de definir la conducta de Zapatero. Su "ética práctica", mero oportunismo, es una manera de librarse arteramente de las obligaciones de sus propias palabras.

De la entrevista de Pedro J. Ramírez a Zapatero sale un retrato del presidente del Gobierno que asusta tanto por las opiniones expresadas como por los usos perversos que hace de las palabras. Aunque reconozco que las críticas de uno y otro aspecto están estrechamente vinculadas, porque las opiniones están siempre mediadas por conceptos y palabras, es posible detenerse sólo y exclusivamente en determinados giros o expresiones que dan una idea exacta del personaje.

El presidente del Gobierno dice, por ejemplo, "creer tener una ética practica", que le permite aceptar que la Monarquía constitucional del 78 "funciona de maravilla". Cualquiera que lea esto con mirada limpia sabe que Zapatero no habla de una "ética de principios" ni tampoco de una "ética de la responsabilidad", menos aún de una ética de arquetipos y valores reales, sino simple y llanamente está hablando de oportunismo, o sea, de la utilización de la palabra "ética" para darle dignidad a "lo que hace".

¿Qué es exactamente lo que hace? Sencilla es la respuesta: esconderse de sus propias opiniones. En este caso, esconderse, escaparse cobardemente, de las preguntas de Pedro J. Ramírez: "¿Cree usted que la República es un régimen de mayor calidad democrática que la Monarquía?", "¿no le reconoce una superioridad intrínseca a la República sobre la Monarquía?" Lejos de fajarse con estas preguntas, y contestar con cierta coherencia para satisfacer la defensa que, en otras circunstancias, ha hecho de las ideas republicanas, apela a una "ética práctica", que representa la negación de una genuina ética. Nada tiene que ver, pues, esa "ética" con la aplicación más o menos coherente de esos principios a una situación concreta, sino hacer lo le dicta la circunstancia sin ningún tipo de coherencia argumentativa y, sobre todo, sintiéndose libre de cualquier constricción genuinamente ética.

La ligereza, o mejor, la incapacidad para asumir la responsabilidad de sus propias palabras sería la mejor manera de definir la conducta de Zapatero. Su "ética práctica", mero oportunismo, es una manera de librarse arteramente de las obligaciones de sus propias palabras. La "ética práctica" de Zapatero es, pues, un salvoconducto para la cobardía. En verdad, Zapatero, como todos los grandes parásitos, vive de lo que destruye. Zapatero "parásita" palabras. Eso es todo.

Sin embargo, no puedo dejar de reseñar que más, muchísimo más, que esta conducta inmoral, me asusta la conducta frívola e irresponsable de quienes al leer lo dicho por Zapatero, mantienen que la intención del presidente del Gobierno es buena. ¡Cómo si alguien hubiera hecho alguna vez política con las buenas intenciones! La política son resultados y los de Zapatero están a la vista. Destrozo del consenso político y constitucional con la oposición. En fin, juzgar a Zapatero por las "buenas intenciones" es tan frívolo y superficial, casi criminal, como seguir concediendo a la izquierda un crédito indefinido de buenas voluntades.

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