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Amando de Miguel

Neologismos y tecnicismos

¿Por qué los científicos o profesionales deben oscurecer su lenguaje? Puede ser que, si no se distanciaran del público o de los clientes, no conseguirían el prestigio suficiente. (Recuérdese que "prestigio" y "prestidigitador" comparten la misma raíz).

Ernesto López comenta la impericia de algunos profesionales cuando manejan términos técnicos de manera improcedente. Cita la frase oída a un arqueólogo: "La evidencia debe ser confirmada más allá de la duda razonable". Razona así don Ernesto: "Si algo es evidente, ya no necesita confirmación alguna, pues ¿qué puede haber menos dudoso que lo evidente?". Sin embargo, a mi modo de ver el arqueólogo de marras tiene mucha razón. La "evidencia" es un término de la lógica científica que difiere un poco de su sentido coloquial. La "evidencia" para un científico es una observación sistemática hecha en un experimento o en un acto profesional de similar entidad. De momento y hasta que no haya prueba u observación contraria, esa "evidencia" se mantiene como lo más probable o aceptable. Pero casi todas las evidencias científicas son provisionales. Son ciertas, pero "falsables", esto es, sometibles a una investigación posterior. Lo de "a ciencia cierta" es casi un oxímoron. La certeza científica es siempre provisional, rebus sic stantibus, esto es, mientras no se alteren las circunstancias o haya nuevas observaciones sistemáticas. En el espíritu científico la duda metódica es perenne.

Dice también don Ernesto que los economistas suelen decir "el ratio" cuando ratio o razón son voces femeninas tanto en latín como en español. Tiene toda la razón. Con lo fácil que sería decir: la ratio, la razón, el cociente, la tasa, la proporción. Todo, menos "el ratio". Pero que si quieres arroz, Catalina.

Carlos Echeandía comenta lo de "cefaleas criptogénicas", esto es, los dolores de cabeza de origen desconocido. El razonamiento de don Carlos es que los médicos necesitan palabras que oscurezcan las observaciones. Así criptogénico o idiopático para indicar el origen desconocido de algún mal. Asegura don Carlos que "cuando un término médico se hace accesible en su conocimiento, entonces variamos el vocablo para mantener el oscurecimiento. Un ejemplo, la epilepsia ahora la denominamos comicialidad". Esa transformación se hace por dos razones. (1) Para adaptarse a los usos internacionales, y (2) para diferenciarse del resto de los mortales, al igual que hacen otras ramas del saber. Añado que la cuestión sigue quedando en el aire. ¿Por qué los científicos o profesionales deben oscurecer su lenguaje? Puede ser que, si no se distanciaran del público o de los clientes, no conseguirían el prestigio suficiente. (Recuérdese que "prestigio" y "prestidigitador" comparten la misma raíz). El científico o el profesional necesitan la aureola del prestigio para que su actividad esté bien remunerada. Por lo mismo se revisten de otros elementos simbólicos separadores, como batas blancas o togas negras, aparatos que impresionen, despachos rutilantes, etc. No es solo que esos símbolos les otorguen estima, dinero y poder, sino que ayudan a ser más eficientes.

José María Navia-Osorio (médico jubilado por lo que voy viendo) me escribe largas epístolas casi todos los días. Espero siempre sus divertidos comentarios. Se congratula ahora del término "manchas cutáneas hidrosolubles" como elegante eufemismo de la vulgar "roña". Él mismo reconoce que los médicos son muy dados a esas equivalencias porque "nunca conviene escribir datos peyorativos de un paciente para evitar problemas legales". Dice más el galeno asturiano: "A veces, en la intimidad de nuestra consulta hacemos alguna broma, más o menos inocente, a costa del paciente y en beneficio de algún colega de profesión que esté presente. Son bromas tontas. Recuerdo una que me contaron. [Dice la madre del paciente:] 'Doctor, mi hijo carece de la cabeza'. Responde el médico: 'Entonces es acéfalo'. Comenta la infeliz madre del paciente: 'Seralo muy guapamente'. Llegado ese momento ya no sabes quién tomó el pelo a quién. Hay que tener cuidado con los informes médicos. Por ejemplo, muchas veces escribimos: 'Antecedentes familiares. Sin interés'. Solo queremos decir que en la familia no hay enfermedades hereditarias en relación con la posible enfermedad del paciente. A un compañero del hospital la familia le montó un número porque 'no había derecho a que dijeran que ellos no tenían interés en atender a su abuelito en cuyo cuidado estaban interesados'. Los médicos ─aunque cada vez menos─ estamos en una situación de privilegio con respecto al paciente. No hay que abusar de la situación".

Añado que el gran privilegio es el de poner nombres a las cosas, o más poéticamente (como decía Juan Ramón Jiménez), saber pedir esos nombres a la naturaleza. Recuérdese que, al comienzo del Génesis, Dios no solo va haciendo las cosas todas, sino que les va poniendo nombres. Al final "trajo ante el hombre todos cuantos animales del campo y cuantas aves del cielo formó de la tierra, para que viese cómo los llamaría, y fuese el nombre de todos los vivientes el que él les diera" (Gen. 2). Es hermoso pensar que el lenguaje está asociado a la creación.

Ya metido en política, don José María comenta con ironía que la izquierda considera que "la derecha asesina no quiere paz en Euskadi, como no quiso la paz en Irak. La derecha asesina de Aznar es culpable de los muertos de Irak, lo fue también de los muertos del 11-M y quiere llevar la muerte a Euskadi, como ya lo hizo durante el franquismo. Es la derecha que siempre se opuso a la Constitución que nos dio el PSOE. Así seguirán machacando hasta que sus palabras justifiquen la ilegalización del PP. ¿Cómo lo harán? Un sistema fácil es obligar al PP a abstenerse o votar en contra de una resolución que declare terrorista a Bush y ya se sabe que un partido que no condene el terrorismo puede ilegalizarse". Admirable futurible. Por si pudiera ser inverosímil, concluye su autor: "Un partido que tiene como portavoz a Pepiño Blanco y no tiene miedo a perder afiliados es un partido que se atreve a cualquier cosa".

Como ejemplo de la capacidad de poner nombres a las cosas, don José María acuña el término simbraquia (= brazos pegados al cuerpo, como si tuviera los codos cosidos al tórax). Razona el galeno verbófilo que ese padecimiento de la simbraquia debe de ser un gran inconveniente para jugar al baloncesto.

Gabriel Lorente se lamente de que en algunas papelerías o similares llamen artículos "consumibles" (y en algunos casos hasta "consumptibles") al papel de escribir, tintas, cartuchos de tinta para las impresoras, etc. Don Gabriel opina que para eso está el castizo "fungibles", por oposición a los artículos "inventariables". Tiene razón. Bienes de consumo son todos los que se utilizan, pero unos desaparecen al usarlos, como los de alimentación, cosmética o limpieza, y otros se consideran duraderos. No estaría mal que los comerciantes distinguieran los bienes fungibles de los duraderos.

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