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EDITORIAL

Otegi y sus amigos

El dolor de los otros, de las víctimas, nunca les fue indiferente a Otegi y sus amigos. Todo lo contrario, les produjo una gran satisfacción

Una vieja estrategia abertzale, grabada a fuego en la conducta de cualquier activista, consiste en celebrar los crímenes de ETA al tiempo que se regodean del dolor de la víctima. Siempre ha sido así, desde que el primer pistolero etarra perpetrase su primer asesinato hace casi cuatro décadas. A Consuelo Ordóñez, por ejemplo, le pedían a gritos por la calle que les devolviese la bala que acabó con la vida de su hermano. De Juana Chaos, ese infame asesino en serie con 25 muertos a sus espaldas, dejó por escrito que le encantaba "ver las caras desencajadas de los familiares en los funerales".

Con estos antecedentes choca que ahora Otegi le confiese al diario Avui que quizá "el error de Batasuna fue dar a entender que el dolor de los otros nos era igual". El dolor de los otros, de las víctimas, nunca les fue indiferente a Otegi y sus amigos. Todo lo contrario, les produjo una gran satisfacción. José Blanco, ejerciendo de sí mismo, cree que eso es sinónimo de arrepentimiento y que debe seguir por ese camino. Blanco, obviamente, no tiene o no quiere tener memoria. Las víctimas sí.

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