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Antonio Robles

Maragall también extorsiona por carta

Hace dos años vendió su alma al diablo. Viejo y derrotado se vio fuera de la política. Desde entonces hace cualquier cosa por mantener la poltrona.

Acabo de recibir una carta de Presidencia de la Generalitat en la que el "Honorable" Pascual Maragall me invita a votar al Estatut como aquel que no quiere la cosa. Es martes, 9 de mayo de 2006. Primera sorpresa, en esa fecha aún no se habían pasado todos los trámites parlamentarios (le quedaba el Senado) para saber si se podía o no hacer el referendo. Segunda, que yo sepa, los poderes públicos pueden y deben alentar a los ciudadanos a la participación democrática, pero no a utilizar los bienes públicos para influir interesadamente a favor de alguna de las opciones en liza. Y Maragall lo hace con total desvergüenza. Me siento extorsionado; el mangoneo de este desgobierno raya con el delito.

Me cuenta en la misiva: "Los estatutos de 1932 y 1979 marcaron el inicio de períodos creativos en nuestro país. El Estatut de 2006 también lo va a suponer. Más aún, si cabe. Y va a representar el mayor reconocimiento jamás obtenido de nuestra personalidad y de nuestra identidad. El nuevo Estatut proclama y garantiza los derechos y deberes de la ciudadanía catalana; asegura competencias más amplias para la Generalitat y establece las bases para que Catalunya disponga de más recursos para su crecimiento y progreso. Es un Estatut para el futuro. De ahora en adelante se convertirá en la herramienta básica para nuestro autogobierno."

Veamos, ¿me equivoco si deduzco que debo estar exultante de alegría? Como en las herencias, en los éxitos deportivos, en el cierre de un contrato favorable, en el nacimiento de un hijo o en el cambio de coche, el honorable me está diciendo que los catalanes somos muy afortunados por tener la oportunidad de contar con una herramienta fantástica para autogobernarnos más y mejor. ¿Quién sería tan gili de rechazar tanta fortuna? ¿Qué ser abominable sería ese que votara en contra? ¿Qué habríamos de hacer con él?

Es una desvergüenza. Hay muchas maneras de extorsionar a la gente. ETA lo hace con la pistola, ERC con el impuesto por cuota de poder, un padre separado con el chantaje del regalo, el presidente de la Generalitat de Catalunya con la manipulación de los sentimientos. Valiente moralista que se atreve a criticar a Carod Rovira por vender fantasías al abogar por el no, mientras que él usa el dinero público para utilizar las ilusiones, los sentimientos, la codicia y el afán por vivir mejor, más libres y mejor gobernados con técnicas propias de un tirano bananero. No, señor presidente, si quiere defender el hágalo, pero con su dinero, no con el mío ni con el de 6 millones de catalanes. Y si lo hace, ha de saber que nos está timando.

Promete enviarnos el Estatut por fascículos. Es la traducción de anunciarnos que nos volverá a escribir para mandarnos su articulado. Podría ahorrarse envíos, pero prefiere "rayarnos" hasta convencernos de que no tenemos otra cosa más importante en esta vida que degustar las irresistibles virtudes del Estatut. Miedo me da tener que hacer un análisis de toda su campaña institucional. ¿2.400 millones? Estos gastos no los resiste ni la cesión de toda la Agencia Tributaria.

Hace dos años vendió su alma al diablo. Viejo y derrotado se vio fuera de la política. Desde entonces hace cualquier cosa por mantener la poltrona. Debería saber que cuando se pacta con el nacionalismo, tarde o temprano se ha de pagar con la maldición eterna la ambición por querer seguir siendo joven. Ni siquiera se quiere dar cuenta que Lucifer se pasea entre sus consellers con la guadaña dispuesta a escribir los editoriales de su propia prensa.

Un día Carod Rovira lo catalogó de perdonavidas. El poder que le resta ya sólo le da para devolverle el insulto. "Ya no te ajunto". The End.

¡Ah, se me olvidaba! La carta está en bilingüe. Lo celebro, ahora sólo ha de extender el derecho a la escuela, a los ayuntamientos, a la Generalitat, a los hospitales, al callejero, a la rotulación de comercios, cerrar la oficina de delación lingüística, etcétera. Aunque ahora que caigo, en esos lugares no se vota.

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