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Fundación Heritage

Cautivar a los iraníes

La existencia de la carta en sí parece sugerir que los líderes iraníes se están poniendo nerviosos al ver cómo Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña presionan para que se vote esta semana en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Helle Dale

Puede que no haya ninguna novedad en la carta de 17 páginas que el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad envió a George Bush esta semana. Ésa es la opinión de la Casa Blanca y de la secretaria de Estado Condoleezza Rice que la denominó "en términos generales como de carácter filosófico" y a la que le faltaban detalles útiles sobre el controvertido programa nuclear iraní. Lo más probable es que Bush tenga mejores cosas que hacer con su tiempo que ponerse a examinar concienzudamente página tras página las meditaciones filosóficas escritas por el obviamente desquiciado líder iraní, aunque sea la primera misiva de un presidente iraní en 27 años.

Y sin embargo, la existencia de la carta en sí parece sugerir que los líderes iraníes se están poniendo nerviosos al ver cómo Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña presionan para que se vote esta semana en el Consejo de Seguridad de la ONU. El hecho de que Estados Unidos haya mantenido una postura firme y consistente contra el programa iraní y que haya persistido en mantener abiertas todas las opciones, inclusive la militar, puede que tenga mucho que ver con las recién descubiertas ganas de comunicarse que le han entrado a Ahmadineyad.

Para que la diplomacia funcione tiene que estar acompañada de consecuencias e incentivos dignos de crédito. El problema de los europeos al abordar a Irán es que cuando llegan a la parte de las consecuencias, los europeos –aunque magníficos negociadores– no pueden enseñar los colmillos que no tienen. Por eso la iniciativa del UE3 en realidad no ha logrado ningún progreso hasta la fecha y sólo ha alentado el desplante de los iraníes.

Para Estados Unidos, no obstante, la estrategia debería ir más allá de la retórica dura con el gobierno iraní, no vaya a ser que nos convenzamos de la necesidad de una confrontación militar cuando todavía hay otras alternativas de acción que se pueden estudiar.

Deberíamos tomar en consideración, por ejemplo, el hecho de que la población iraní sigue siendo una de las más proamericanas de Oriente Medio. Con la enorme legión de jóvenes iraníes por debajo de los treinta, irritados con la estrechez mental de los mulás que los gobiernan, se puede hacer mucho más con la diplomacia pública americana, pero sólo si podemos encontrar la fórmula correcta. También está bastante claro que perderemos esa ventaja estratégica en el momento que empiecen a caer bombas americanas sobre objetivos iraníes.

¿Será que todos los iraníes quieren la bomba nuclear por cuestión de orgullo nacional? Nadie ha intentado nunca llegar al pueblo iraní y preguntarle si es consciente del precio que tendrá que pagar por seguir el camino en el que lo ha embarcado su gobierno. Tampoco se le ha dicho lo inútil que finalmente será una bomba nuclear ya que seguramente la consecuencia será una carrera armamentística y que cualquier ataque nuclear contra Israel llevará a continuación a una represalia tan masiva por parte de Estados Unidos que probablemente quede muy poco del Irán que conocemos.

También deberíamos refrescar la memoria de cómo fue que Ahmadineyad ganó la presidencia en una segunda vuelta en la que participó poquísima gente, lo cual significa que su verdadero apoyo entre el pueblo iraní estará muy por debajo del 40%. Fue un candidato furtivo que se coló para sorpresa de todos. Solamente un enfrentamiento con Estados Unidos y otros países importantes podrían convertirlo en una figura popular.

Por eso es que sin duda vale la pena intentarlo usando esfuerzos diplomáticos públicos y a través de terceras partes en las que podamos confiar para conseguir un mejor entendimiento con el pueblo iraní. Por ejemplo, Oriente Medio es una de las regiones del mundo con la mayor proporción de usuarios de Internet, con un ordenador por cada 18 personas, cuando en el mundo el promedio es de 78 personas por ordenador. Aquí tenemos un filón para sembrarlo de enfoques innovativos que sirvan a los iraníes. A pesar de los esfuerzos de Irán para controlar el acceso a Internet, el fenómeno del blog ha estallado exponencialmente en años recientes. Ésta es un área en la que la diplomacia pública americana podría hacer prometedoras aportaciones.

El problema por nuestra parte es que en este sector no tenemos una estrategia gubernamental muy bien pensada sobre la forma en la que podemos influir en la opinión pública en Oriente Medio. Éste es uno de los puntos que destaca el informe recientemente publicado por la Oficina General de Contabilidad del Congreso de EEUU (GAO): "A los esfuerzos del Departamento de Estado para cautivar a las audiencias musulmanas les falta ciertos elementos de comunicación y se enfrenta a importantes desafíos". Como mínimo, una estrategia que se centre en llegar al público iraní debería ser coincidente con nuestros esfuerzos diplomáticos a través de la ONU, posibles sanciones y un plan de contingencia militar.

¿Quién sabe? Hasta puede que se pongan a escucharnos si acertamos con el mensaje.

* Traducido por Miryam Lindberg

Helle Dale es directora del Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Fundación Heritage. Sus artículos se pueden leer en el Wall Street Journal, Washington Times, Policy Review y The Weekly Standard. Además, es comentarista de política nacional e internacional en CNN, MSNBC, Fox News y la BBC.

Libertad Digitalagradece a laFundación Heritageel permiso para publicar este artículo.

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