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De las escuchas

Lo que los americanos han hecho y que ahora resulta tan vilipendiado, es lo que todo país europeo hace con sus propios ciudadanos, en relación o no con el terrorismo internacional.

De las cuantiosas escuchas telefónicas realizadas por los servicios secretos americanos sobre sus propios ciudadanos se habla mucho. Sobre todo si uno, allí, en Estados Unidos, es demócrata y aspira a erosionar la base electoral del partido de Bush o, si por aquí, en Europa, se es de izquierda o antiamericano.

¿Es usted de los que se escandalizan porque la Nacional Security Agency haya querido "pinchar" las llamadas de ciudadanos americanos que se comunicaban con sospechosos de Al Qaeda? Pues si es así, les vamos a ofrecer otro motivo de mucha mayor preocupación para ustedes. Lo que los americanos han hecho y que ahora resulta tan vilipendiado, es lo que todo país europeo hace con sus propios ciudadanos, en relación o no con el terrorismo internacional. A veces con resolución judicial de por medio, otras con aprobación judicial a posteriori, y las muchas como mero acto administrativo de no especial relevancia. El CNI, por ejemplo, se considera dueño y señor del espacio radioeléctrico; el BND alemán, de las confidencias de sus colegas profesionales si usted fuera periodista; el espionaje francés, autosuficiente como para intentar ensuciar a uno de sus ministros. Eso es lo que hay en Europa sin que nadie se rasgue las vestiduras.

El problema real de Bush –y, por tanto, de Norteamérica– no es haber autorizado ejecutivamente unas escuchas, sino no contar con una agencia de espionaje interno como la que tienen la mayoría de sus países aliados. El FBI, que se encarga de la investigación criminal, se ha visto en la tesitura de realizar tareas de inteligencia contraterrorista, algo para lo que no está ni concebido ni preparado. Una cosa es solucionar un crimen y otra muy distinta eliminar la amenaza del jihadismo. Ni siquiera en España, caso anómalo donde los haya pues seguimos teniendo un único servicio de inteligencia dedicado a todo y no varios especializados como hay por ahí fuera, el CNI, cuando lidia con investigaciones en el plano doméstico está encuadrado o depende de la policía.

Lo que necesita Bush –y Estados Unidos– es una estructura de inteligencia especializada en las amenazas que surgen desde su interior, porque la realidad es que el jihadismo vive en nuestras calles, entre nosotros. Las críticas que se oponen a las escuchas de Bush se realizan porque no se quiere reconocer que la amenaza ha cambiado y que la inteligencia ya no puede operar solamente en el exterior para hacerle frente. Esa es la mentalidad que debe cambiar en los Estados Unidos si quiere ser eficaz en la guerra contra el terrorismo islámico. Contar con una agencia federal interna conllevaría la adecuación de la legislación, hoy tan respetuosa con el ciudadano que resulta un paraíso para los jihadistas y, por último, un cambio de actitud y mentalidad. Si el eslogan de la famosa serie televisiva Expediente X, con los agentes del FBI buscando alienígenas, era "la verdad está ahí fuera", hoy le ha llegado el turno a "el terrorista islámico está aquí dentro". Son mucho más fáciles de encontrar.

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