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La efectividad de Guantánamo

El informe parlamentario británico sobre los atentados del 7 de julio del año pasado admite, en su párrafo 50 y siguientes, que el líder del grupo de terroristas suicidas había sido identificado por un prisionero de la base de Guantánamo.

Hay dos argumentos que suelen utilizarse para argumentar que los Estados Unidos deben cerrar su campo de detención de terroristas en Guantánamo. En primer lugar, que se practican torturas o interrogatorios inhumanos en contra de todas las convenciones y legalismos imaginables; y en segundo lugar, que al no considerarse a los detenidos ni criminales que deban responder ante la justicia americana civil, ni prisioneros de guerra, se ven privados de sus derechos fundamentales. Algo también, contrario al espíritu de la ley internacional. Dicho de otra manera, hay una crítica moral y otra legal a la existencia de Guantánamo como centro de detención.

El argumento moral es válido desde el punto de vista de la conciencia individual, pero resulta extremadamente cínico cuando se utiliza para acosar a la actual administración americana con una clara intencionalidad política. Particularmente si esa crítica se realiza desde suelo europeo como viene siendo el caso. Ningún gobierno europeo, ni nadie en Europa, puede olvidar el comportamiento carcelario dado a terroristas famosos, como los de la Baader Meinhoff en Alemania. Por no citar las múltiples violaciones no sólo de códigos de conductas sino de la legalidad vigente en la lucha contra el IRA, las Brigadas Rojas y ETA, en determinados momentos del pasado más o menos reciente. Simplemente, los europeos, con su bagaje histórico, no son los mejor colocados para dar lecciones de moral a nadie y menos a los Estados Unidos.

El razonamiento legal es, por suerte o por desgracia, absolutamente formalista y apegado al mantenimiento del status quo. Se niega a admitir que hay una creciente divergencia entre la realidad actual y el pensamiento jurídico sobre la misma, que permanece anclado en el siglo pasado de forma pre-11S. El Pentágono de Rumsfeld tiene razón cuando califica a sus detenidos de "enemigos combatientes". No son soldados no sólo porque carezcan de uniforme y de organización, sino porque tampoco responden a ningún gobierno reconocido. Pero no por ello son menos letales. Por otro lado, tampoco son simples criminales, porque están inspirados en una visión y sus actos se encuadran y responden a un a clara estrategia de confrontación violenta con el mundo occidental y los Estados Unidos en particular.

Pero hay un tercer argumento que apenas se suele discutir, el de la eficacia de los interrogatorios en Guantánamo. Se suele decir que las confesiones obtenidas a través de la tortura suelen ser irrelevantes porque normalmente están realizadas para complacer a los interrogadores. Esta es una experiencia, cuando menos, relativa. Por ejemplo, el temor a ser torturados ha llevado históricamente a que, sin ninguna coacción de por medio, los etarras "cantaran" de lo lindo nada más encontrarse ante sus interrogadores. Por otra parte, hay que recordar que en Guantánamo no se practica la tortura, sino métodos coercitivos de interrogación, normalmente basados en elementos psicológicos y no físicos.

Pero en cualquier caso, como se dice, la prueba del pastel está en probarlo. Y ya hay una gran prueba. El informe parlamentario británico sobre los atentados del 7 de julio del año pasado admite, en su párrafo 50 y siguientes, que el líder del grupo de terroristas suicidas había sido identificado por un detenido, para más señas prisionero en la base de Guantánamo. El famoso MI5 o el no menos afamado MI6 podrían haber disfrutado de esa información si no hubiera ese clamor generalizado contra el centro de detención que lleva a que los gobiernos europeos sólo se acerquen a él para repatriar a sus nacionales allí detenidos y para poco más.

En el caso de Guantánamo no se trata de concluir que ya la Inquisición aceptaba el dolor físico como revelador de la verdad, sino que, en determinados casos, estar recluido ayuda a compartir informaciones sensibles que de otra manera no se llegarían a conocer. Y sobre las supuestas torturas, hay que reconocer que a Estados Unidos le ha llevado cinco largos años que Mussaoui confesara. El musulmán de origen francés, cabecilla de uno de los comandos del 11-S aunque nunca llegara a embarcar al ser interceptado antes por la policía americana, terminó admitiendo y reconociendo públicamente su involucración en el terrible ataque de aquel día. Mientras que en Europa se nos muere Milosevic y se suicida uno de sus lugartenientes en la cárcel, a Mussaoui no se la ha tocado un pelo. Es más, cuando se ha detenido a alguien por error, incluso cuando se dice que esa detención ha sido por la CIA en extraños vuelos de aquí a allá, los inocentes están ya en plena libertad. No son las democracias, sino las dictaduras quienes arrojan al mar en pleno vuelo a sus detenidos. No debemos olvidarlo.

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