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Carlos Semprún Maura

Un café con Savater

Los problemas de la inmigración son gravísimos, en efecto, pero en absoluto sería necesario ese aquelarre constitucional para que los países europeos concernidos adopten medidas comunes. Si no lo hacen es porque no hacen nada.

Me despierta el teléfono. ¿Quién es el loco que llama a las nueve y media? No lo sabré nunca, porque llego a dos metros del aparato y se calla. El piso está más frío que nunca, más frío que este largo invierno, porque la calefacción central funciona bastante bien, pero no lo hace según la temperatura ambiente sino burocráticamente según las fechas, y todos los 15 de abril se para; estos días estamos a 16 o 17 grados. Pero en seguida me llega una estupenda noticia: estoy tomando mi café-croissant, cuando veo en Le Figaro un artículo de Fernando Savater. Mi emoción es tal que el frío desaparece, mi sueño interrumpido se justifica y me entran ganas de cantar una canción de Charles Trenet.

Hace ya semanas que Le Figaro invita a sus páginas de "Debates y Opiniones" a personalidades extranjeras, que escriben sobre diferentes temas. Hace unos quince días, José María Aznar, en el marco de un debate sobre el coraje en política, rendía un caluroso homenaje a la persona y a la obra de Jean-François Revel, que acaba de morir. Aprovechó para defender su balance reformista en el terreno social. Si nadie niega que fuera positivo, yo, humildemente, considero que su coraje político fue más rotundo en política exterior, y aún más admirable hasta el punto de que asustó a bastantes de sus compañeros de partido, infinitamente más timoratos, como se puede constatar cada día.

El tema, hoy, es la "construcción europea" y Mario Soares, como Savater, se visten de plañideras profesionales para llorar el "no" francés a la constitución europea. Herr Professor Savater da mucha coba al genio universalista francés, sol de nuestras juventudes cuando vivíamos en las sombrías mazmorras del franquismo, y al mismo tiempo regaña a los malos alumnos galos: ¿cómo es posible que un país así, tan humanista y demócrata, haya cedido al repugnante populismo del "no"? De paso miente, claro, afirmando que la inmensa mayoría de los españoles era favorable a la Constitución, puesto que quien ganó el referéndum fue la abstención; si no triunfó el "no" fue por falta de coraje político del PP. Afirma Savater, de paso, que con su "no" los franceses han hecho "un sublime regalo a George W. Bush". Un poco menos de demagogia populista, don Fernando, que el "antiyanquismo" es la característica del populismo contemporáneo.

Para demostrar la necesidad de la Constitución, da el ejemplo de la lucha contra la inmigración –no lo dice así, pero es lo que quiere decir–, que sería mucho más eficaz si fuera europea. Los problemas de la inmigración son gravísimos, en efecto, pero en absoluto sería necesario ese aquelarre constitucional para que los países europeos concernidos adopten medidas comunes. Si no lo hacen es porque no hacen nada.

Termina su homilía al son de trompetas: hay que avanzar, avanzar a marchas forzadas por la senda de la "construcción europea", porque incluso si la Constitución no era buena, había que mejorarla después de votada, porque "retroceder es la muerte". Amén. Si se hubiera adoptado la Constitución, no se hubiera podido reformar. Así estaba escrito, y los muertos que vos matáis, don Fernando, gozan de buena salud.

Como Diane Chambón, la "corresponsala" en Madrid del mismoLe Figaro, que se hace la portavoz de ETA y exige del gobierno zapaterista que cumpla, porque si no...

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