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Emilio J. González

No es oro todo lo que reluce

El crecimiento intertrimestral sufre una reducción de una décima frente a los tres meses anteriores. Es el primer signo de lo que empieza a advertir la OCDE: el cambio de tendencia que empieza a registrar la economía española.

Todas las cifras económicas tienen, como siempre, la doble lectura de quien ve la botella medio llena o medio vacía. El Gobierno, como es lógico, se decanta por la primera opción porque, a fin de cuentas, trata de mantener la confianza en la evolución de la economía española. Es su obligación, como también lo es presentarse ante la población como tan buen gestor de los asuntos económicos como lo fue el PP. Y, desde luego, que el crecimiento económico haya registrado una tasa del 3,5% en el primer trimestre del año está bastante bien. Pero, ojo, que no es oro todo lo que reluce.

Hay un dato significativo a la hora de analizar las cifras que acaba de facilitar el INE con perspectiva de futuro. Se trata del crecimiento intertrimestral que, aunque sigue siendo fuerte con una tasa del 0,8%, sufre una reducción de una décima frente a los tres meses anteriores. Es el primer signo de lo que empieza a advertir la OCDE: el cambio de tendencia que empieza a registrar la economía española. Un cambio que, diga lo que diga Montilla, ya está descontando la Bolsa, que se anticipa en, aproximadamente, seis meses, a la evolución de la situación económica. ¿Y por qué este cambio de tendencia?

La respuesta es sencilla. El Banco Central Europeo acaba de advertir que será necesaria todavía una subida de medio punto en los tipos de interés este año, es decir, que al llegar diciembre el precio oficial del dinero estará en el 3%. Este tipo es bajo en relación con la historia financiera española pero presenta un problema. Ese medio punto adicional sin duda se trasladará a los tipos hipotecarios, lo que supone que, el año próximo, aquellos que estén pagando en la actualidad una hipoteca verán como el dinero que tienen que destinar anualmente a la misma se habrá incrementado en una cantidad equivalente a dos mensualidades con respecto al cierre de 2005. Y eso supone que unas familias muy endeudadas como consecuencia de la compra de una vivienda verán reducida su capacidad de consumo cuando el gasto familiar es prácticamente el principal motor de la economía española.

Luego está la cuestión del petróleo. Con un barril a 70 dólares las cosas tampoco van a ser fáciles porque ese precio se traslada, como es lógico, tanto al coste de llenar el depósito del coche como, sobre todo, a algo mucho más necesario e imprescindible como es el gas natural y el gasóleo para calefacción. Esto también merma la capacidad de consumo de las familias, con lo que volvemos a lo mismo.

El Gobierno, por su parte, ve signos de esperanza en el fuerte crecimiento de las exportaciones registrado en el primer trimestre, lo que constituye una buena noticia. Pero hay que tener en cuenta también la evolución de las importaciones, en las que el petróleo tiene un peso muy destacado, un petróleo muy caro cuyo precio puede seguir subiendo en los próximos meses y años que está socavando las cuentas exteriores de la economía española. Y si alguien duda de ello, no tiene más que echar un vistazo a los datos de déficit exterior publicados este mismo miércoles, que recogen una nueva subida de más del 20% para un desequilibrio tan abultado que es el segundo más elevado de la OCDE después del que registra Estados Unidos. Y aunque el ejecutivo dice no estar preocupado por ello porque la evolución de las exportaciones denota que las empresas españolas están ganando competitividad pese a nuestra elevada tasa de inflación, la razón real de este comportamiento de nuestras ventas al exterior se encuentra, más bien, en que Alemania parece que, por fin, ha encontrado la salida a varios años de estancamiento económico. Luego lo de las exportaciones no es una cuestión de competitividad sino de aumento de la demanda germana, algo que no debemos perder de vista porque aunque esta razón ahora pueda compensar el deterioro de la competitividad española vía precios, un poco más adelante dejará de hacerlo, sobre todo si seguimos teniendo tasas de inflación del 3,9% como la actual.

Y si miramos al futuro, a dos años vista, las cosas en términos de inflación puede que no mejoren si no es porque la evolución del precio del petróleo así lo permita. Y lo digo porque no hay ninguna reforma estructural en marcha que permita reducir la inflación y porque, además, ahora empiezan las medidas de gasto público electoralista, como ocurre siempre en la segunda mitad de una legislatura, que pueden echar más leña al fuego de los precios. Así es que, ojo, que en la economía española no es oro todo lo que reluce, a pesar de que los últimos datos de la Contabilidad Nacional no están mal. Pero es que la cuestión no es el momento presente o el pasado reciente sino el futuro que nos aguarda.

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