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Ignacio Cosidó

La casa del terror

Por supuesto que todos quieren alcanzar la paz, pero la mayoría no está conforme con pagar el disparatado precio que los terroristas exigen por dejar de matar

ETA quiere vender su particular casa del terror. La casa se encuentra en bastante mal estado y los terroristas piensan que es posible obtener ahora la plusvalía política con la que hacer posible todos sus sueños. Por supuesto que algunos se resisten a vender la casa. El terror se termina convirtiendo para muchos terroristas en un objetivo en sí mismo y no en un mero instrumento para alcanzar otras metas. Pero la cúpula considera que en estos momentos puede resultar más rentable vender la casa que seguir pintando sus muros de sangre. Máxime si por primera vez en su historia aparece alguien dispuesto a pagar el precio que anhelaban cuando hace ya más de cuarenta años se puso el primer muerto en sus cimientos.
 
Rodriguez Zapatero, accidentalmente presidente del Gobierno de España, quiere comprar la casa del terror porque cree que puede convertirla en su gran casa de la paz. Ha llegado ya a un principio de acuerdo con los terroristas y da la impresión de que está dispuesto a pagar lo que ellos le piden: un Estatuto que recoja, aún con cierta ambigüedad, la soberanía vasca; una anexión encubierta de Navarra a través de una alambicada ingeniería política; una amnistía gradual para los asesinos y sus cómplices; y en última instancia, poder compartir juntos el poder en Euskadi. Todo eso a cambio de que ETA venda de una vez la casa del terror.
 
¿Cómo es posible que un presidente del Gobierno esté dispuesto a empeñar la propia dignidad democrática de la Nación española ante unos asesinos? Hay quien piensa que Zapatero ha encontrado una oportunidad única de pasar a la historia como artífice de la paz. Sinceramente pienso que es más bien lo contrario, que se trata de una maniobra desesperada para no pasar a la historia de forma anticipada.
 
En todo caso, si ETA parece dispuesta a vender y el presidente del Gobierno de España se muestra dispuesto a pagar el precio que ETA le exige… Si incluso parece existir un principio de acuerdo sobre la base de una declaración de alto el fuego por parte de los terroristas y una voluntad de tregua por parte del Gobierno ¿Dónde reside entonces el problema para que se consume la claudicación?
 
La realidad es que existe no uno sino varios problemas que pueden arruinar la operación político-mercantil iniciada de forma temeraria por Rodriguez Zapatero. La pena es que si ese plan —el proceso— fracasa, ETA va a salir fortalecida y el Estado debilitado después del fiasco.
 
El primer problema es que la casa del terror ha ido acumulando tales cargas, servidumbres y miserias a lo largo de cuarenta años de actividad criminal que hoy sencillamente no es transferible. La mayor parte de esas cargas se encuentran además depositadas en tribunales de Justicia, de forma que aunque la parte compradora estuviera dispuesta a condonarlas, éstas no pueden evadirse de la mano imperturbable de la Justicia. Es cierto que el Gobierno tiene cierta capacidad para maniobrar y presionar a los jueces, como ya está haciendo, especialmente a través de la Fiscalía General del Estado, pero a la postre se trata de una operación de una extraordinaria complicación legal, que violenta el Estado de Derecho y cuya viabilidad es muy discutible si no cuenta con una complicidad del Poder Judicial que, hoy por hoy, por suerte para la democracia española, no se produce.
 
El segundo problema es que el entorno familiar está mucho menos ilusionado y mucho más desconfiado con la operación que el propio cabeza de familia. La última encuesta del CIS muestra que la opinión pública española ni se encuentra tan anhelante por comprar la casa ni, sobre todo, está dispuesta a pagar el precio que el presidente ha ofertado por la misma. Por supuesto que todos quieren alcanzar la paz, pero la mayoría no está conforme con pagar el disparatado precio que los terroristas exigen por dejar de matar. Es más, la mayoría no se fía un pelo de la banda de delincuentes que quieren vendernos la casa.
 
La operación se complica porque Rodriguez Zapatero debe ocultar a la sociedad española el precio que en realidad está dispuesto a pagar. El Gobierno debe mantener así un doble lenguaje, frente a los terroristas y frente a la opinión pública, que amenaza con conducirlo a la esquizofrenia. La esperanza del presidente es que una vez que la casa sea suya todos se instalen tan confortablemente en sus habitaciones con vistas que se olviden del elevado precio que han debido pagar por ella.
 
Pero no acaban aquí los problemas. La casa del terror ha generado a lo largo de su historia una larga lista de acreedores y damnificados que no están dispuestos a perdonar el infinito e irreparable daño que los habitantes de la casa les han causado durante 40 años. El Gobierno ha tratado de dividirlos, primero, y de comprarlos ahora. Pero las victimas del terrorismo no quieren su compasión, ni les es suficiente con nuestra solidaridad. Por encima de esas dos cosas, las victimas reclaman justicia y dignidad. Su renuncia a la venganza las legitima para exigir justicia como único consuelo posible. Las victimas le han dado un mensaje claro al Gobierno de que su dignidad no es moneda de cambio para comprar esa nueva casa de la paz.
 
Además, el vecino de la casa del terror tampoco se muestra entusiasta con la operación. No porque no quiera quitarse de encima a sus actuales dueños, sino precisamente porque lleva muchos años anhelando la adquisición de ese solar para ampliar sustancialmente su base electoral. La casa del terror ha sido utilizada durante muchos años por el nacionalismo institucional como un instrumento de presión para obtener determinadas concesiones políticas. Pero aún peor, el PNV percibe ahora un claro riesgo de que Rodriguez Zapatero quiera comprar la casa del terror como una vivienda de transición para poder instalar después al PSE en el más que confortable palacio de Ajuria Enea. El PNV aspira, por tanto, a cobrar al menos una parte del precio que Rodriguez Zapatero quiere pagar por la casa. Y el PNV es un vecino que puede resultar sumamente incómodo si se le deja al margen y un invitado especialmente caro si se le mete en casa. Ese es otro dilema para ZP.
 
Siguiendo el símil, el PP parece haber asumido el papel de la esposa sensata que no está dispuesta a que el marido arruine a toda la familia por una decisión insensata. Por supuesto que al PP le gustaría que desapareciera la casa del terror, antes que nada porque ha perdido a varios de sus miembros en las orgías de sangre que allí se han celebrado, pero en absoluto parece dispuesto a tener que pagar precio alguno a los terroristas por ello. Zapatero sabe que la mitad de España está radicalmente en contra de esta operación, y eso debería producir cierto vértigo a cualquier persona sensata, que no es el caso. Por el contrario, ZP puede estar tentado de lograr con esta operación echar para siempre de la ciudad a la mitad de la familia, de forma que nunca pueda volver.
 
Finalmente, Rodriguez Zapatero tampoco tiene mucho apoyo exterior para manejar esta tortuosa compra-venta. El comunicado oficial de la Unión Europea tras el alto el fuego de ETA fue mucho más breve y más frío que el que obtuvo el Reino Unidos tras un anuncio similar por parte del IRA. Es más, el proceso es visto con poco disimulado recelo por Francia. Si ETA logra sus objetivos estratégicos en España, el País Vasco puede convertirse en una amenaza para la seguridad y para la integridad territorial gala. A largo plazo a nadie en Europa le interesa un proceso de balcanización de España como el que pretenden los terroristas.
 
En definitiva, nadie puede dudar de la voluntad de Rodriguez Zapatero de llegar a un acuerdo con los terroristas "como sea". La voluntad de ETA de disolverse es más discutible, pero personalmente creo que los terroristas, más debilitados que nunca gracias a la determinación de Jose María Aznar, pueden estar dispuestos a abandonar el terror en la medida en que Zapatero esté dispuesto y pueda satisfacer sus objetivos políticos. El problema para ZP, más bien la inmensa suerte para España, es que por encima de la voluntad de ambos actores se encuentra la voluntad democrática de los españoles, la fortaleza de nuestro Estado de Derecho, la dignidad de las victimas, la sensatez del principal partido de la oposición e incluso la prevención de nuestros socios y aliados en Europa. Todo ello debería librarnos de la derrota política y moral frente al terror. Queremos que se vayan de la casa del terror. Que se vayan. Pero no nos arrodillaremos para suplicárselo ni les brindaremos derrotados el botín por cuya defensa hemos sufrido tanto. Para construir la casa de la libertad no es preciso comprar la casa del terror, sino destruirla desde sus cimientos.       

 

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