Al cierre de esta edición, y cuando el escrutinio de las papeletas ha rebasado el 80 por ciento, la victoria de Álvaro Uribe es lo suficientemente clara para confirmar su reelección como presidente de Colombia sin que sea necesaria una segunda vuelta. Si en este país iberoamericano tampoco faltan quienes intentan contentar a los que no se van a contentar, y el narcoterrorismo no carece, precisamente, de complicidades mediáticas y políticas –dentro y fuera de sus fronteras–, la victoria de Uribe supone todo un espaldarazo ciudadano a una política caracterizada por la firmeza contra esa lacra que tanto amenaza, tienta y corrompe la democracia colombiana.
Colombia se mantiene, sin embargo, como un foco de resistencia de la libertad política y económica, frente a la deriva liberticida y populista en la que están cayendo no pocos países de Iberoamérica. No sabemos si Zapatero felicitará al político liberal por su indiscutible y holgada victoria. De lo que estamos seguros es que Castro, Chávez, o Evo Morales no disimularán su disgusto.
