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Encarna Jiménez

La muerte más grande

Todos los elementos de esta mujer, hija de un zapatero de Chipiona, creyente y luchadora, han convenido en reforzar su mito durante la enfermedad y, cuando ha llegado la muerte, todos los programas del corazón y los telediarios han echado el resto.

Cuando apenas llevamos la mitad de los programas dedicados a la muerte de Rocío Jurado en televisión ya podemos asegurar que el seguimiento de todos los actos que siguen a su fallecimiento, tanto en Madrid, como en Chipiona, la igualan al del Papa Juan Pablo II y superan en mucho al espacio dedicado a la muerte de Lola Flores. Posiblemente nos tendríamos que remontar al fallecimiento de Franco para recordar una cobertura como la que estamos viviendo estos días y las semanas anteriores en España.

La excepcionalidad no ha estado únicamente en los programas que tras su fallecimiento le han dedicado, sino el tono de los informadores y el nivel de documentación. Las cadenas generalistas se han volcado. TVE ha puesto a Cristina García Ramos al frente de espacios en directo, Antena 3 ha movilizado durante horas a los periodistas que colaboran en "¿Dónde estas corazón?", y el "tomate" ha vestido de luto a Jorge Javier Vázquez y Carmen Alcayde.

Desde que la gravedad de su cáncer llevó a Houston a la cantante, el nivel de información ha sido continuo y el irremediable desenlace ha hecho que los medios audiovisuales fueran preparando documentos de imagen y sonido como para rellenar docenas de horas de información.

Hace unas pocas semanas, la muerte de Rocío Dúrcal mantuvo a los telespectadores pendientes de una familia que acompañaba a una actriz y cantante con verdadero carisma, pero Rocío Jurado ha superado con mucho la atención y el cariño con el que toda España ha seguido la evolución de su enfermedad. No habrá muchas ocasiones en las que veamos, además, llorar a periodistas del corazón como Chelo García Cortés o Hilario, ni agradecer de forma sentida a los familiares el afán de la prensa que lleva meses haciendo guardia a las puertas de hospitales y casas familiares para recibir una brizna de noticia.

Los tópicos que arropan la vida de Rocío Jurado eran puro ejemplo de lo que es vivir a fondo una vida para la canción. Además, unió su vida a la de un boxeador famoso y a un torero que se ha arrimado a la muerte y a la enfermedad de su mujer con tanto o más valor que ante los toros. Todos los elementos de esta mujer, hija de un zapatero de Chipiona, creyente y luchadora, han convenido en reforzar su mito durante la enfermedad y, cuando ha llegado la muerte, todos los programas del corazón y los telediarios han echado el resto con esta gigante de la copla.

Sabemos que en este mundo cruel de la televisión de sociedad, pronto se excavará en el morbo, y que si con Lola Flores tardaron diez años en salir amantes, en pocos meses se rebuscará en sus alrededores para alimentar noticias fabricadas y hasta manipuladas pero, de momento, las imágenes del duelo en Madrid al que acuden famosas y políticos desde Esperanza Aguirre a Pedro Almodóvar, y la devoción de su pueblo, Chipiona, coronan a una mujer que ha sabido llegar al corazón, y la televisión ha sido el medio de acercarla a todos los españoles volcándose como no se veía desde hace décadas.

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