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Agapito Maestre

Las amenazas de Zapatero

El desgaste sufrido por el Estatuto de Cataluña no ha sido compensado con un fuerte tirón de votos a favor del proceso "pacificador". Las encuestas son cada vez más terribles contra el PSOE.

No hay ninguna sorpresa en la política de Zapatero con ETA. El objetivo inmediato del Gobierno, como es sabido, es la incorporación de Batasuna al sistema político. Su legalización será más o menos inmediata. El periódico del Gobierno así lo certifica: "Batasuna decide dar los primeros pasos para legalizarse este verano". Nada de esto me extraña. Algunos lo habíamos dicho hace tiempo. Después de un par de declaraciones de ese personal a favor del régimen democrático, esta gente de Batasuna aparecerá con su nuevo nombre. Por supuesto, seguirán profiriendo las mismas consignas por la independencia, pero con el objetivo puesto en tocar poder en colaboración con el PSOE en una próxima legislatura. En fin, el nuevo "marco político", como se ha dicho muchas veces, seguirá el esquema catalán pero con un Estatuto aún más independentista y radical.

Por parte de Batasuna no hay, pues, ninguna sorpresa. Todo está cumpliéndose, según lo previsto por ETA y Zapatero. El asunto va rápido. La legalización de Batasuna no depende nada más que de sí misma. El Gobierno no pinta nada. Su hora ha pasado. Fechas, agendas, documentos, declaraciones, mesas de negociación o como se llamen los pactos entre el PSE y ETA son previsibles. No hay marcha atrás. Es trágico reconocerlo, pero Zapatero ha puesto a disposición de ETA todas las instituciones del Estado de Derecho. La Fiscalía General del Estado es, por supuesto, su principal abogado.

Sin embargo, el compás de espera por el que tiene que pasar Zapatero será duro. De entrada, la reacción de la población no fue la esperada por él. El desgaste sufrido por el Estatuto de Cataluña no ha sido compensado con un fuerte tirón de votos a favor del proceso "pacificador". Las encuestas son cada vez más terribles contra el PSOE. Es fácil que a estas alturas Zapatero haya perdido un millón de votos. Ha dejado al pie de los caballos a todo su partido. Sin reservas críticas de ningún tipo, porque ha obligado a sus dirigentes a tragar sin rechistar con el bodrio catalán. Los felipistas están que trinan. Con este panorama por delante, quizá Zapatero tenga algún momento de lucidez, incluso consiga de vez en cuando prever lo que se le puede venir encima. Sí, sí, Zapatero intuye que los 11 millones de votos pueden reducirse irremisiblemente. Más aún, un millón, quizá dos, pueden cambiar fácilmente su suerte. El problema es que ahora no sabe cómo apuntalar el edificio que él mismo está destruyendo.

Por todo eso, el ánimo de Zapatero se resiente. El rostro de este hombre empieza a cambiar, a veces está fuera de sí mismo. La semana pasada acusó el castigo del editorial de El País. Ese día apareció con la cara desencajada. Sin duda alguna, Zapatero está nervioso. Más aún, diría que pronto le ha entrado la "jindama". El lenguaje amenazador que utilizó en el mitin del domingo, en Cataluña, revela algo más que intranquilidad. Miedo. Decía el presidente del Gobierno que no permitirá que nadie critique al PSE por negociar con Batasuna. Su tono me pareció más ridículo que amenazante, pues, en verdad, ¿quién es él para impedir la crítica? ¿Llevará a la cárcel, o ejercerá alguna acción legal, contra sus compañeros de partido, por ejemplo, contra Rosa Diez, porque critique su política de pacto con los criminales de ETA y su brazo político? ¿Censurará o reprimirá a quienes no estamos de acuerdo con su política "antiterrorista"?

Sus palabras "amenazadoras" del mitin de Cataluña revelan más nerviosismo y miedo que otra cosa.

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