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EDITORIAL

Rajoy no se rinde

Zapatero no ha pensado nunca en acabar con el terrorismo sino en entregarse a él, acceder al chantaje y comprar de este modo la “paz” con la que luego pueda comerciar en las elecciones

Sólo hay dos formas de enfrentarse al chantaje terrorista: combatirlo o rendirse a él. Dentro de la primera caben dos actitudes, la de oponerse a los terroristas con la ley en la mano y la de saltarse los controles y emprender la guerra sucia. A lo largo de los últimos 25 años se han ensayado estos tres modelos para poner fin a la barbarie etarra. Sólo ha funcionado uno de ellos. Los otros dos, el de la entrega y el del atajo al margen de la ley no han servido más que para fortalecer a la banda y rearmarla de argumentos.

Los socialistas españoles, tan expertos en bandazos como ayunos de principios, trataron primero de apaciguar y meter en vereda a los asesinos. Cuando constataron que les era imposible por las buenas lo intentaron por las malas. De lo primero nos quedan las frustradas negociaciones de los años 80. De lo segundo el nacimiento y desarrollo del GAL, una banda criminal montada desde las altas instancias del Estado. Este es el modo en el que el PSOE ha tratado de luchar contra ETA durante buena parte de sus años en el Gobierno. Ahora, reinstalado de nuevo en el poder, reincide en errores pasados como si la historia reciente no le hubiera enseñado nada.

Una nación democrática no puede negociar con terroristas, y no puede hacerlo por una razón obvia; los asesinos no están a la misma altura que el Estado y, por lo tanto, carecen de legitimidad para poner condiciones. Algo tan elemental como esto no ha terminado de entenderlo Zapatero, que sigue empeñado en que él, gracias a las bondades del diálogo, pondrá fin al conflicto satisfaciendo a las dos partes.

Tal presunción le ha llevado a desmontar el trabajo de toda una década que estaba empezando a fructificar. Lo peor es que el plan lo traía de lejos y ha estado engañando a la oposición y a todos los españoles durante este tiempo. En cierto modo podría afirmarse que ha sido el caballo de Troya de los soberanistas vascos en el aparato de Madrid. Ha iniciado, por ejemplo, conversaciones con un partido político ilegal que forma parte de una banda armada. Ha facilitado que la fiscalía se inhiba para allanar el camino a la negociación. Ha permanecido impasible cuando, desde la cúpula etarra, se le ha hecho saber que sus demandas de siempre permanecen intactas. En apenas dos años de equilibrismo en el Gobierno, ETA ha ido cosechando una victoria tras otra. ¿Qué les impide ahora pensar que, al final, se saldrán con la suya?

Esto lleva a pensar que, en realidad, Zapatero no ha pensado nunca en acabar con el terrorismo sino en entregarse a él, acceder al chantaje y comprar de este modo la "paz" con la que luego pueda comerciar en las elecciones. No sería la primera vez que un aspirante a caudillo se presenta como "pacificador". Para ello no ha escatimado mentiras y propaganda a raudales. Escondido tras la tramoya de la "paz" y la "España plural" ha ido preparando un camino para el que quizá ya no haya retorno. No le han importado lo más mínimo las víctimas, ni los sentimientos de la mayor parte de la sociedad, ni siquiera se ha detenido a pensar que, en este lance, el Estado de Derecho puede sucumbir irremediablemente.

Frente a semejante impostura la única opción de Mariano Rajoy era oponerse sin ambages. En un discurso muy bien hilvanado, dio cuenta en el Parlamento de las razones por las que su partido –y casi toda España– se oponen al apaño socialista. Zapatero, que está en otra onda, le respondió haciendo referencia a los contactos que se hicieron con ETA hace ocho años. Lo de siempre. Esto, sin embargo, no debe ocultar algo muy importante: el Gobierno va a sentarse a negociar con ETA sin siquiera haberlo consensuado con el principal –y único– partido de la oposición. Algo inaudito en cualquier país democrático. La voz de 4 de cada 10 españoles ha quedado silenciada en este asunto. Este es, una vez más, el talante y el diálogo entendido por Zapatero.

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