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Thomas Sowell

Venta de derechos de nacimiento

La idea de que tengamos que consultar con México antes de controlar nuestras propias fronteras es sobrecogedora y reveladora.

Muchas tiendas ofrecieron rebajas por las vacaciones del Día de los Caídos. En Washington, la ley de inmigración del Senado ha vendido nuestros derechos de nacimiento a cambio de un mensaje de potaje político.

Lejos de "controlar nuestras fronteras" como se anuncia, esta ley reduce nuestro control de las fronteras existente. Bajo una provisión insertada en el último momento por el Senador Arlen Specter, la ley del Senado prohíbe al gobierno federal construir una barrera sin consultar primero al gobierno mexicano. Y en la práctica se prohíbe también a través de esta ley a los gobiernos estatal y local tomar cualquier medida de control fronterizo sin consultar previamente a sus homólogos mexicanos. En otras palabras, si la ciudad de San Diego quiere levantar cualquier tipo de barrera, tiene que consultar a las autoridades municipales de Tijuana antes de hacerlo.

Esta legislación, en realidad, nunca trató de control fronterizo. Las leyes que hay ya en vigor en este mismo momento nos permiten controlar las fronteras y construir cualquier barrera que elijamos, sin consultar al gobierno de México. Las leyes que hay ya en vigor permiten que cualquier extranjero ilegal sea detenido y expulsado. Simplemente, esas leyes no se están haciendo cumplir. Si un policía de Los Ángeles detiene a un extranjero ilegal y le entrega a las autoridades federales, es el policía el que tendrá graves problemas.

Los agentes de la Patrulla de Fronteras pueden romperse los cascos capturando a gente que intenta entrar ilegalmente en el país, pero a la mayor parte de esas personas no les sucede nada, ni siquiera a las que organizan el tráfico de personas y drogas hacia este país.

Un despacho de Associated Press reza: "La gran mayoría de las personas capturadas introduciendo inmigrantes ilegalmente a través de la frontera cerca de San Diego jamás es procesada por violar la ley, desmoralizando a los agentes de la Patrulla de Fronteras, según un documento interno obtenido por Associated Press".

En otras palabras, tenemos un control fronterizo ilusorio y la legislación del Senado actual incluso lo debilitará más, al mismo tiempo que habla de "dureza" a la hora de hacerla cumplir. Esa "dureza" es una promesa, pero legalizar a los extranjeros ilegales es un acto inmediato e irrevocable, y sus consecuencias son irreversibles y duraderas hasta un plazo muy largo.

El "control fronterizo" es simplemente el disfraz político usado para legalizar a extranjeros ilegales. Las dos cosas se juntan en un paquete de compromiso que es como mezclar churras con merinas, cuyos ingredientes son un conejo y un caballo. El control fronterizo es el conejo.

Jugar con la palabra "amnistía" tiene como objeto deliberado confundir el tema de las violaciones de la ley americana con el tema de adquirir la ciudadanía americana. El hecho de que la ley del Senado pone condiciones –descritas como "duras", al igual que todo lo demás– para adquirir la ciudadanía es irrelevante para la cuestión de dejar que los violadores de la ley salgan impunes.

Robert Rector, de la Heritage Foundation, que a lo largo de los años ha hecho algunos de los análisis más incisivos del censo y de otros datos estadísticos, proyecta que las consecuencias actuales de legalizar a la población extranjera ilegal existente en Estados Unidos se extenderá mucho más allá de los 12 millones que se estima que están hoy aquí. Estos 12 millones de personas no son embriones. Tienen padres y tendrán hijos. Tampoco es probable que los miembros restantes de sus familias se queden fuera después de que los ilegales sean legalizados. A lo largo de los próximos veinte años, el Dr. Rector proyecta que el incremento real de esta población residente en Estados Unidos será de 103 millones, no de los 12 millones de los que todo el mundo habla.

Esto es uno de los juegos de menos escrúpulos con el futuro de esta nación que nunca han jugado los miembros presuntamente responsables del Congreso. La idea de que tengamos que consultar con México antes de controlar nuestras propias fronteras es sobrecogedora y reveladora. El gobierno mexicano ya ha demostrado su profundo desprecio hacia nuestras leyes publicando panfletos que asesoran a sus ciudadanos sobre cómo entrar ilegalmente en Estados Unidos y cómo aprovecharse de los beneficios de la seguridad social americana.

El presidente mexicano Vicente Fox tuvo las narices incluso de advertir que "su amistad" con Estados Unidos está en peligro si aprobamos leyes de inmigración que no le gusten. Consultar a su gobierno es poner a Vicente Fox por completo a cargo del cotarro.

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