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Ricardo Medina Macías

La ley de la muchedumbre y el plural mayestático

El caudillo que habla en plural mayestático no acepta partidarios o simpatizantes (esas son expresiones propias de una democracia liberal, no de una oclocracia) y exige seguidores incondicionales

Un verdadero demócrata habla siempre en singular, no puede pretender que por su boca hablan las muchedumbres o utiliza esa coartada –”el pueblo”– detrás de la cual se suele esconder la peor de las dictaduras: la del número.
 
Es conocida la manía de Hugo Chávez Frías, el caudillo venezolano, por las "cadenas nacionales", ese artilugio propagandístico por el que todos los canales de televisión y todas las estaciones de radio al mismo tiempo envían un mensaje único y unilateral.
 
Detrás de esa manía existe la utopía de la unanimidad colectiva y el desprecio al individuo, a la persona singular, libre y responsable.
 
Tal utopía requiere de dos elementos: el caudillo que se vuelve "voz del pueblo" y esa abstracción –"el pueblo"- que sólo vale por el número y que no tiene rostro, abstracción que está exenta de libertad y de responsabilidad.
 
Decía André Frossard que Dios sólo sabe contar hasta uno. No nacemos en montón, sino uno a uno; no nos salvamos en montón –como si fuésemos cebollas o tomates apilados en una caja–, sino uno a uno. Ni siquiera en una masacre morimos en montón, sino que cada muerte (aun en ese caso) es única, irrepetible, como lo fue la vida de cada persona que muere en la masacre.
 
La grandeza y la tragedia de los seres humanos es que somos, cada cual y en último término, inescrutables. Nadie –ni el observador más avispado ni el político más arrogante– puede traspasar la última frontera de nuestra individualidad. Se podrá adivinarla, intuirla, pero jamás poseerla por completo; buena parte de nuestra vida la usamos en tratar de conocer esa intimidad de los otros y en tratar de comunicar a los otros ese misterio del ser indiviso del que somos portadores.
 
De ahí que la manía del político que habla en plural ("hemos pensado…", "hemos decidido…", "estamos convencidos…") ofende un elemento crucial de la democracia, porque ofende la individualidad libre y responsable de cada cual. Manía, ésta del plural mayestático, heredada de los emperadores y reyes que pretendían hablar en el nombre de Dios ("nosotros, Dios y yo, hemos decretado"), pero que además ofrece refugio a la irresponsabilidad: "No soy yo quien hace las cosas, es el pueblo, la muchedumbre, el Leviatán, quien actúa y habla por mí".
 
De esta forma a la "rule of law" –regla de la ley, del derecho, fundada en la individualidad libre y responsable de cada cual se le sustituye por la "mob rule", la regla de la chusma, del tumulto irresponsable, avasallante e irracional.
 
El caudillo que habla en plural mayestático no acepta partidarios o simpatizantes (esas son expresiones propias de una democracia liberal, no de una oclocracia) y exige seguidores incondicionales.
 
¿Cadena nacional? Curiosa denominación. Cadena, ¿para que nadie se me escape? Cadena, ¿para que todos, sin excepción, se vuelvan seguidores incondicionales, discípulos fervientes, pececillos en la red?
 
¿Fuera de la "cadena nacional" no hay salvación?, ¿fuera de la cadena nacional sólo está el llanto y el crujir de dientes?

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