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Agapito Maestre

El Gobierno, el PP y la AVT

la mancha de un millón de personas, reunidas en un espacio público para exigir democracia y libertad, no se deja eliminar fácilmente

La Concentración de Colón sirve para muchas cosas. En primer lugar, es útil para desenmascarar a quienes quieren pasar de puntillas sobre ella. No es poco. En segundo lugar, muestra que las asociaciones de víctimas del terrorismo, especialmente la AVT, han llegado muy lejos. Han conseguido que sus demandas rebasen la rabiosa actualidad. Sus exigencias son referencia moral, o sea de racionalidad, de una democracia de calidad. La Concentración de Colón, aparte de ser un acto de afirmación democrática para los ciudadanos, marca la agenda política de la democracia. Por eso, el Gobierno y sus propagandistas se aprestan a negar lo sucedido en la Plaza de Colón. Quieren borrar rápidamente de nuestra memoria las imágenes de cientos de ciudadanos protestando contra un Gobierno, que no sólo pacta con los terroristas dando la espalda a la ciudadanía, sino que tampoco quiere saber nada del 11-M, el mayor atentado político sufrido por España contra la democracia.
 
Sin embargo, la mancha de un millón de personas, reunidas en un espacio público para exigir democracia y libertad, no se deja eliminar fácilmente. Es un acto político demasiado importante para convertirlo en un fenómeno de un día. No es un titular más de la prensa. No, no es un asunto pasajero, sino una constante de la vida política española, que nadie ha podido detener en los dos últimos años. El Gobierno ha sido arrasado por el poderío de las víctimas. Su legitimidad, por lo menos ante la mitad de los españoles, es inexistente para negociar con los terroristas. Ya no hay ni una pizca de racionalidad en la argumentación del Gobierno. Su obsesión no es convencer sino mantenerse en el poder. Hechas trizas la legalidad, se esgrime una vergonzosa “razón de Estado”, tan ridícula como falsamente pragmática, que repiten los voceros del Gobierno a través de los medios de comunicación: “Todo es válido con tal de acabar con el terrorismo.”
 
Seamos realistas. Miremos con objetividad lo sucedido en Colón. Detrás de ese espacio público político, en realidad, detrás de esas cuatro manifestaciones masivas en la calle, hay algo más que una exhibición de fuerza contra el Gobierno. Estamos ante un arquetipo político. Sí, sí, ante algo real que sucede de modo ineluctable al margen de nuestros deseos e intenciones. Las víctimas se han convertido en la vanguardia de la democracia. Sin ellas todo es inútil. No querer verlas, ni oírlas, ni hablarlas es la mejor manera de sucumbir a su poder. El PSOE, después de intentar devorarlas, les ha dado la espalda, las ha estigmatizado, como si no tuvieran nada que ver con ellos. “Son”, en palabras de Blanco, “un desahogo del PP”. Es difícil que alguien consiga con tan pocas palabras caer en tanta ignominia, en tanto desprecio por las víctimas y por la oposición; pero, por otro lado, sintetizan muy bien la actual situación política, cosa que es de agradecer entre tanta retórica “pacifista” y meliflua.
 
Nadie, pues, espere nada del Gobierno respecto a las víctimas. Toda su política está dirigida contra ellas. Conformar a los verdugos y silenciar a las víctimas es la estrategia socialista para mantenerse en el poder. Por lo tanto, la concentración de Colón ha vuelto ha dejar las cosas claras. Sólo el PP defenderá los objetivos de memoria, dignidad y justicia exigidos por las asociaciones de víctimas. Sólo al PP le compete la tarea de traducir esas profundas demandas ciudadanas en votos. Porque sólo al PP, y a nadie más, le está reservada esa acción, sería menester que las asociaciones de víctimas agradeciesen pronto -ya que no lo hicieron el sábado- al PP su diligencia y valor democrático por defender los valores de memoria, dignidad y justicia que ellas reivindican.
 
Háganlo cuanto antes; sí, manifiesten las asociaciones de víctimas su agradecimiento al PP, porque de este modo estarán dando otra lección de democracia: los valores ciudadanos tienen una traducción en votos, o sea en mayorías, o desaparecen en la aflicción y la melancolía.

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