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Amando de Miguel

En números redondos

Jesús Cisneros me pregunta por la diferencia entre cociente y coeficiente. La verdad es que a veces se mezclan las dos palabras, quizá por una mala traducción del inglés. El cociente es el resultado de dividir una cantidad por otra. Pero en alguna ocasión a eso mismo se llama también coeficiente. Por ejemplo, el “coeficiente intelectual” es el resultado de dividir la edad mental (según la puntuación en una prueba) por la edad física. También se dice “cociente intelectual”, que sería más propio. En puridad el coeficiente es una notación numérica que establece la relación entre dos magnitudes o medidas. A veces funciona como una constante numérica. Que me corrija algún libertario más ducho que yo en estos asuntos científicos.
 
Torcuato Labella Caballero (creo entender) me da la enhorabuena por los artículos, pero advierte un gazapo: el de escribir la “duodécima” parte en lugar de la “doceava”. Lo siento, don Torcuato. En buen castellano se puede decir “la duodécima parte” y también “la doceava parte”. Hay algunos números fraccionarios o partitivos en los que se puede elegir la forma ordinal. Concretamente, ese es el caso de los números 10, 20, 30, etc., el 11 y el 12. Todo se rige por el gusto. El mío me dice que suena mejor “la vigésima parte” que “la veinteava parte”. Sobre gustos hay mucho escrito y por escribir.
 
Manuel Herrera Jerez se apunta a la expedición de los números cardinales y ordinales. Don Manuel es un enamorado de los números ordinales. Así, le parece “tremendamente impropio” decir “Benedicto diez y seis” en lugar de “Benedicto décimo sexto”, si bien reconoce que “es uno de los poquísimos casos en los que, a mi juicio, suena mejor lo incorrecto que lo correcto”. ¿En qué quedamos? Lo correcto y lo que suena bien es que, a partir del 10º, los ordinales permiten cambiar a los cardinales. Desde luego eso es así en los nombres de los Papas o de los Reyes. Discrepo de la especiosa argumentación de don Manuel: “Aparte de, ¡qué demonios!, los ordinales son preciosos, tanto más cuanto mayores son, y es extremadamente gratificante el ver la cara de angustia del interlocutor echando la cuenta para averiguar a cuál nos referimos”. Supongamos que se celebra algún hecho ocurrido hace 1262 años, concretamente, en 744 Alfonso I de Asturias conquistó la ciudad de León. Ese sí que fue el auténtico comienzo de la Reconquista. Así que este año los leoneses celebran el 1262º aniversario de la hazaña. Pueden decir que es el “mil doscientos sesenta y dos aniversario” o el “milésimo ducentésimo sexagésimo segundo aniversario”. Francamente, la versión ordinal me parece una cursilada.
 
Tampoco estoy muy acorde con don Manuel respecto a los partitivos: “El uso de los partitivos en lugar de los ordinales es literalmente de juzgado de guardia y todo individuo que dijera S.S. Benedicto dieciseisavo debiera ser depositado en el trullo de por vida. quizá el Sr. Solana (¡que es físico titulado!) dijo lo de catorceavo [en lugar de decimocuarto al tratarse de un ordinal] por asimilación con el ordinal octavo, que en este caso y en todos los terminados en ocho coincide con el ordinal correspondiente”. Mi discrepancia es mínima. Cierto es que no son equivalentes los partitivos o fraccionarios (los denominadores de las fracciones). Así 1/14 es “catorceavo” frente al 14º que es el “decimocuarto”. Pero 1/12 puede ser “doceavo o duodécimo”. Es decir, en algunos casos coincide el fraccionario y el ordinal. Por tanto, nada de enviar a la cárcel a nadie por admitir esas equivalencias.
 
Miguel Fraile Vicente vuelve a la cuestión no resuelta de los números ordinales. Dada la dificultad de expresarlos más allá del décimo, propone la fórmula de “número + cardinal”. Así, se diría “vivo en el piso número trece” o “edición número veintidós”. La única pega es que, buscando la sencillez, introducimos un nuevo circunloquio.
 
Aprovecha don Miguel para recordar que “al multiplicar cualquier número natural por nueve (y no solo los nueve primeros) se obtiene una cifra cuya raíz digital es precisamente el número nueve”. Nos aclara el instruido don Miguel que “por raíz digital de un número X se entiende un número del uno al nueve que se obtiene al sumar individualmente las cifras de que se compone dicho número X. Si, tras sumar dichas cifras, resultase un número mayor o igual a diez, se sumaría también sus cifras, repitiendo esto hasta obtener un número de una sola cifra”. Muy clarito. Aun así me quedo sin saber por qué se produce la constancia de la raíz digital de nueve en los múltiplos de nueve. Espero que alguien satisfaga esa curiosidad ociosa.
 
Antonio Olea Casas, antiguo empleado del Banco Exterior de España, comenta que la magia del número 9 servía para encontrar errores en las partidas. Era fácil calibrar el “baile” de cifras cuando la cantidad era 9 o múltiplo de 9. ¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos en los que las cuentas de los bancos se revisaban a mano!

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