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Fray Josepho

Pepe Montilla Aguilera

Una de las lacras de esta democracia menguante es la mediocridad de buena parte de los políticos. A diestra y a siniestra, la política se ha convertido en la única carrera de muchos individuos que no han sido nunca nada en la vida civil. Estos políticos profesionales se incrustan en los aparatos de los partidos y ponen todo su esfuerzo en eliminar de ellos cualquier atisbo de excelencia. Mucha gente valiosa, que tal vez se dedicaría durante unos años a la política –por auténtico deseo de servicio a la sociedad o por afán de protagonismo, que tampoco es malo–, al final no lo hace porque da la sensación de que los partidos están integrados por una casta cerrada a la que se accede por medio de un meritoriaje interno, sectario y un tanto rastrero, que disuade a los advenedizos.
 
Sin embargo, estos políticos ramplones han adquirido –o tal vez traían de casa– una pillería, una astucia y una gramática parda que les permiten trepar y medrar indefinidamente. Por supuesto, carecen de escrúpulos, de moral y de ideas –y hasta de ideología–, de modo que son capaces de defender una cosa un día y al día siguiente la contraria, con tal de permanecer amorrados a la teta del presupuesto. La contemplación del abismo que hay fuera de la política –fuera de su vida política– les produce vértigo.
 
Algunos, ocupados en el politiqueo desde la adolescencia, ni siquiera han tenido tiempo de acabar una carrera universitaria, aunque sea para maquillar su currículum. Los hay que ni se han bachillerado. Seguro que al lector se le ocurren unos cuantos ejemplos. Y seguro que uno de esos ejemplos es el protagonista del ovillejo que va a continuación (segundo ovillejo que le dedico a este personaje, por cierto). Que nadie vaya a entenderlo, dicho sea de paso, como un apoyo a Pasqual Maragall: ¡nada más lejos de mi intención!
 
¿Quién no es más por más que trepe?
Pepe.
 
¿Quién al hablar trastabilla?
Montilla.
 
¿Quién ya no se bachillera?
Aguilera.
 
Y de ninguna manera
–pues tiene el rostro granítico–
volverá a ser lo que era
antes de hacerse político
Pepe Montilla Aguilera.

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