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Corea del Norte también existe

En cuanto a Estados Unidos, paga ahora la penitencia de los errores cometidos por Clinton, al firmar un acuerdo sin garantías suficientes, que acabó permitiendo a Corea del Norte alcanzar el objetivo de producir material fisible.

A la espera de que Irán encuentre un momento para dignarse a contestar el pseudo-ultimátum sobre su programa nuclear y en pleno debate sobre la situación en Irak reaperece la cuestión norcoreana. La prensa internacional recoge declaraciones de dirigentes japoneses y norteamericanos amenazando al gobierno de PyongYang con serias sanciones si el cohete Taepodong-2, que supuestamente está listo para el despegue en una base en el noreste del país, es finalmente lanzado.

Es lógico que Corea del Norte continúe desarrollando su tecnología de cohetes. Su principal fuente de ingresos es la venta de estos ingenios a otros países. Su programa nuclear requiere de un sistema de proyección, para poder hacer efectivo un ataque o una acción disuasoria.

Es igualmente lógico que Japón y Estados Unidos se alarmen. El último cohete lanzado por Corea del Norte, un Taepodong-1, sobrevoló el territorio nipón y dio alas a la actual revisión en profundidad de los principios rectores de su estrategia nacional y de su política de defensa. El gobierno de Tokio se siente amenazado y adopta medidas para evitar un desastre. En cuanto a Estados Unidos, paga ahora la penitencia de los errores cometidos por Clinton, al firmar un acuerdo sin garantías suficientes, que acabó permitiendo a Corea del Norte alcanzar el objetivo de producir material fisible. Los republicanos criticaron con razón a los demócratas, acertaron en sus más negros pronósticos, pero al llegar al poder no se sintieron con fuerzas para tratar de revertir la situación. Se limitaron a organizar unas reuniones diplomáticas que sólo han servido para mostrar al mundo los límites de su poderío y para reconocer implícitamente que Corea del Norte acertó al asumir los riesgos implícitos de tratar de desarrollar un programa nuclear en secreto.

La crisis norcoreana a fecha de hoy no puede entenderse sin considerar la crisis general del sistema de no proliferación. Clinton fracasó al tratar de evitar que Corea del Norte, India y Pakistán accedieran al club nuclear. Bush llegó con energías renovadas e invadió Irak para, entre otros objetivos, impedir que se desarrollaran programas de armamento de destrucción masiva, pero una política de reconstrucción inconsistente le ha llevado a una situación política delicada que merma su margen de maniobra. El descubrimiento del programa nuclear iraní fue recibido con altisonantes amenazas desde Washington y Jerusalén, pero el gobierno de Teherán está convencido, y tiene razones para ello, de que no corre peligro.

Una crisis alimenta a la otra. Los iraníes se envalentonan al ver que Estados Unidos era incapaz de hacer nada contra Corea del Norte y los comunistas de PyongYang se sienten reforzados ante la impotencia de norteamericanos, europeos e israelíes al tratar de detener el programa nuclear de los ayatolás.

Occidente soñó con un régimen de no proliferación que garantizara la paz y la seguridad y que evitara la tan temida carrera nuclear. Hoy podemos afirmar que el sueño no se hizo realidad ante la falta de voluntad de las grandes potencias por hacer valer los acuerdos internacionales. Una época ha sido superada. Preparémonos para tratar de sobrevivir en un mundo donde la proliferación será una realidad.

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