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Vladimir Chelminski

Trabajadores esclavos del Estado

Si pierde su empleo o le disgusta el que tiene, le es relativamente fácil encontrar otro. Esa alta probabilidad de encontrar otro patrono en poco tiempo es el seguro de paro más efectivo.

En Venezuela se intenta imponer lo que Hugo Chávez llama “socialismo del siglo XXI”, pero abunda la improvisación y el discurso contradictorio. No se ha definido el alcance de este “nuevo” socialismo. De lo que no hay duda es que busca que el Estado sustituya progresivamente a la empresa privada.

Una de las principales consignas revolucionarias asegura que se acabarán con los mecanismos que han permitido la explotación del hombre por el hombre. Pero los socialismos radicales conocidos, como en Cuba y la extinta Unión Soviética, aunque han significado ingresos bastante similares para las mayorías apenas si han alcanzado 10 dólares al mes. También significan un patrón único, al cual el trabajador le debe obediencia absoluta dentro y fuera del ámbito laboral. Puede que algunos servicios se hayan regalado, pero de calidad dudosa y sin posibilidad de reclamo. Y con ingresos de 10 dólares mensuales, los servicios gratis no se aprecian porque los trabajadores no pueden comer bien ni aspirar a un nivel de vida moderno, sino el regreso a la miseria predominante antes de la Revolución Industrial.

Hay otros socialismos menos radicales, como los de Francia, Italia y Alemania. En ellos, los trabajadores viven bien, pero escasean los empleos. Hay en esos países mucha redistribución, sobre todo de jóvenes con empleo (cada vez menos de ellos) hacia los adultos mayores de 60 años (cada vez más de ellos). Los jóvenes mantienen a las generaciones anteriores con holgura, pero ahora no saben quién va a financiar sus propias pensiones dentro de 30 o 40 años. Supuestamente en esos países hay mucha protección legal para el trabajador, pero para las nuevas generaciones es muy difícil conseguir empleo y los más competentes tienden a emigrar. Por suerte para los europeos, existe un notable parque empresarial privado capaz de realizar exportaciones masivas, con lo cual se ha podido financiar parte de los numerosos programas de redistribución.

En Estados Unidos hay mucho menos redistribución. No hay ahorros forzados hechos por el patrono a nombre de sus trabajadores, participación en los beneficios de las empresas, indemnizaciones por despido ni vacaciones garantizadas por ley. Hay salario mínimo, pero menos generoso, razón por la que también hay menos empleo informal y le es mucho más fácil a jóvenes sin experiencia conseguir su primer trabajo y adquirir así la disciplina y conocimientos para progresar.

Aunque parezca paradójico, donde mejor está el trabajador es donde hay menos regulaciones y más libertad económica porque los salarios son más altos y hay muchas más opciones de empleo. Si pierde su empleo o le disgusta el que tiene, le es relativamente fácil encontrar otro. Esa alta probabilidad de encontrar otro patrono en poco tiempo es el seguro de paro más efectivo. En los últimos 20 años, en Estados Unidos se han creado 30 millones de nuevos empleos. Nada parecido sucede en Europa desde los años 50.

En Venezuela, el gobierno avanza hacia una sociedad donde el gran patrono es el estado. El gobierno fomenta las llamadas Empresas de Producción Social (sus ganancias irán a las comunidades o a fondos sociales administrados por el mismo gobierno). También gestiona empresas cooperativas sin gerencia y sin fines de lucro que dependerán del Estado. Por más que nos aseguren que en este nuevo socialismo no va a haber más “explotación del hombre por el hombre”, me temo que los ingresos reales de los trabajadores serán cada día más bajos. La peor calamidad para los trabajadores venezolanos será no poder cambiar de patrono. Al único empleador tendrán que complacerle en todo, dentro y fuera del horario de trabajo.

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