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Emilio J. González

La sucesión de Montilla, ¿una oportunidad perdida?

Con Montilla no ha habido ministro de Industria; más bien, lo que hemos tenido es un representante del Gobierno de la Generalitat en el Consejo de Ministros.

La salida de José Montilla del Ministerio de Industria, prevista por Zapatero para finales del próximo mes de agosto debería constituir una oportunidad para volver a dotar a este Departamento del carácter nacional que debería haber tenido en todo momento en esta legislatura, en lugar de ser algo así como un Ministerio encubierto para Cataluña. La cuestión es sí Zapatero está por la labor.

Montilla abandonará su asiento en el Consejo de Ministros por razones políticas de sobra conocidas por todos –será el candidato de los socialistas catalanes a la Presidencia de la Generalitat en las elecciones catalanas anticipadas que tendrán lugar el próximo otoño–, no por los motivos por los que debería haber sido sustituido en la remodelación del Gobierno que llevó a cabo Zapatero la pasada primavera. La labor de Montilla no es que haya dejado mucho que desear; es que se ha dedicado a trabajar para satisfacer los intereses políticos de los socialistas catalanes y a poner patas arriba y en peligro un sector tan importante como el energético sólo por esas mismas razones. Con Montilla no ha habido ministro de Industria; más bien, lo que hemos tenido es un representante del Gobierno de la Generalitat en el Consejo de Ministros con poder para hacer y deshacer a su antojo en favor de los intereses catalanes. Ahí está, por ejemplo, su actuación en la OPA de Gas Natural sobre Endesa, en la que no se inhibió a la hora de votar la autorización a la misma en el Consejo de Ministros pese a que La Caixa, principal accionista de la empresa gasista, había condonado un importante crédito al partido socialista catalán, del que Montilla es, ni más ni menos, que secretario general. Y eso por no hablar de la forma en que ha favorecido a Repsol, otra compañía controlada por La Caixa. Véase, si no, como a pesar de que el Tribunal de Defensa de la Competencia ha fallado en contra de la petrolera presidida por Antoni Brufau por su política de obligar a las gasolineras que abandera la compañía a establecer los precios que la empresa decida, Repsol sigue sin cumplir la sentencia e Industria no hace nada para obligarla a ello.

La cuestión, ahora, es si con la salida de Montilla y la llegada de su sucesor, vamos a tener más de lo mismo. En el propio PSOE hay grupos que así lo temen, razón por la cual tratan de promover al ex ministro de Industria en el último Gobierno de Felipe González, Juan Manuel Eguiagaray, como sucesor de Montilla. Zapatero, sin embargo, no está por la labor, al menos por ahora, y ya ha anunciado que el sucesor del ministro saliente será también un catalán, aunque sin avanzar el nombre. No hay nada de malo en que el ministro de Industria, o cualquier otro ministro, sea catalán, sino todo lo contrario: Cataluña también es España, por mucho que algunos pretendan lo contrario y, por tanto, los políticos afincados allí pueden y deben participar en el Gobierno de la Nación pero, eso sí, con una visión nacional de los asuntos y las políticas, no con la visión sesgada y parcial de que ha hecho gala Montilla en los casi dos años y medio que lleva en el Ministerio. Esa es la verdadera cuestión, no que el ministro sea catalán o de cualquier otro sitio. Por tanto, la pregunta es si en esta ocasión Zapatero elegirá a una persona con la visión adecuada o si, por el contrario, volverá a ser alguien al servicio de los intereses catalanes. Que destacados políticos socialistas avalen todavía la candidatura de Eguiagaray es un síntoma claro de que, por desgracia, el Ministerio de Industria va a seguir siendo en realidad un ministerio para Cataluña.

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