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Cristina Losada

Paga López

Batasuna no existe, dice López, que no tiene problemas de conciencia porque no hay como no tenerla para no tenerlos.

Los socialistas han insistido mucho en lo que dirán y en lo que no dirán cuando se reúnan con los cabecillas de Batasuna, es decir, de ETA, este jueves. Pero, verdaderamente, eso no tiene ninguna importancia. El hecho de que carezca de trascendencia lo que digan o dejen de decir es justo el motivo por el que hacen hincapié en ello. Pues el caso es que da exactamente igual que Patxi mire a sus invitados a los ojos o a las orejas, que les hable de los sanfermines o del tiempo. Es irrelevante, incluso, que hagan uso de la palabra, y bien pueden pasar el rato echando una partida de mus o jugando al Duopoly ante el mapa del futuro País Vasco. Lo único capital en este asunto es que la reunión tiene lugar. Que López, como buen sirviente, le abre la puerta de acceso al status de interlocutor del partido en el gobierno a una banda terrorista.

Por supuesto, lo hace por instigación de Zapatero, y amparado por ese anuncio del "inicio del diálogo" que autoriza a los chantres de turno a alegar que si se va a hablar con los del tiro en la nuca, qué cosa más natural, y menos escandalosa que charlar con sus ayudas de cámara. De ellos no se puede decir que son ajenos al negocio del crimen, pero sí que hasta hace poco se presentaban a las elecciones. Hasta que el Supremo, instado por el gobierno, con el apoyo del PSOE que lideraba ZP, sentenció que forman un solo cuerpo con la banda terrorista. Por eso precisamente los recibe López. Porque Arnaldo, Rufi, Pernando y compañía son tipos cuyos derechos civiles nacen de habérselos quitado a cientos de miles de personas. A ochocientas y pico hasta les han quitado la vida. Sin esos méritos, no se reuniría con ellos López.

Iba a decir que cómo corre el tiempo cuando el proceso es largo, duro y difícil. Que quién diría que fue ayer cuando las cabezas parlantes del gobierno nos decían que Batasuna no existía, y la doctrina del cuarto turno rezaba que aquello que es ilegal, no es real. Pero acabo de enterarme de que Patxi, el hombre que no pudo ser lehendakari, pero intenta ser algo con la ayuda de los que asesinaron a tantos de sus amigos, no se va a reunir con nadie en un hotel de San Sebastián. Batasuna no existe, dice López, que no tiene problemas de conciencia porque no hay como no tenerla para no tenerlos. Pero el hecho es que cuando choque esas cinco con sus invitados, Batasuna-ETA habrá pasado en un tiempo récord de la ilegalidad a la inexistencia y de ésta a la antesala del presidente del Gobierno, que eso viene a ser lo de este jueves.

Por si fuera poco pago de precio político la apertura de un diálogo con una banda terrorista que no da señal alguna de que tenga intención de disolverse; por si pareciera escasa la cantidad que libra López antes quienes proclaman que "el proceso de que estamos hablando no es un proceso de pacificación" ni falta que les hace, los dirigentes del PSE, arietes de Zapatero en todo este chanchullo, parlotean sin tapujos de la mesa de partidos. De ese tinglado extraparlamentario que ha de decidir por el nuevo sujeto de soberanía que nació hace siete días –pues el proceso es largo– en el vestíbulo del Congreso. ¿No anunció Zapatero en el lugar del parto que mantiene el principio irrenunciable de que las cuestiones políticas se resuelven con los representantes legítimos de la voluntad popular? Pues eso. Que en otoño se definirá la metodología para cargarse ese principio. Échense las cuentas de lo que tardará el derecho de autodeterminación en pasar del "sencillamente no existe", dicho por ZP, al "simplemente está hecho".

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